Leguaje incluyente

MINUCIAS DEL IDIOMA 

Miguel Campos Ramos 

 

 

En la década de los sesenta el actor Enrique Alonso “Cachirulo” produjo y escribió una serie que se titulaba EL CUENTO, en la cual también actuó. 

Cada domingo los niños mexicanos se sentaban en torno de los primeros televisores a disfrutar, o a veces a sufrir un rato mientras llegaba el final feliz, con las versiones que “Cachirulo” hizo de famosos cuentos infantiles, o en algunos casos de creaciones originales. 

Ese programa tenía el siguiente  “intro”, como se les llama a las introducciones habladas o musicales de series televisivas (o en esa época las radiales): 

“El cuento, el programa que gusta a los niños, a los papás de los niños, y a los papás de los papás de los niños”. 

Si esta producción la hubiera realizado el gran “Cachirulo” en la época actual, la televisora y quienes creen que con sólo cambiar de género las palabras cambiará la cruda realidad, tal vez lo hubieran obligado a que ese “intro” fuera así: 

“El cuento, el programa que gusta a los niños y a las niñas, a los papás y las mamás de los niños y las niñas, y a los papás y las mamás de los papás y las mamás de los niños y las niñas”. 

¿Se imagina el lector” 

Y más aún, con la tendencia actual de que se les dé prioridad a las mujeres, quedaría así: 

“El cuento, el programa que gusta a las niñas y a los niños, a las mamás y los papás de las niñas y los niños, y a las mamás y los papás de las mamás y los papás de las niñas y los niños.” 

¿Por qué, y sobre todo cómo, hemos llegado a estas aberraciones con nuestro idioma, que es tan bello y preciso? 

El español por su propia naturaleza y su normatividad es incluyente. Cuando se dice “Saludo a todos los niños mexicanos”, es obvio que no se está excluyendo a las niñas. Es simplemente el resultado de una ley que se denominan  “economía lingüística”, y que básicamente permite decir más con menos palabras. 

En un poema del poeta mexicano Enrique González Martínez hay un verso que dice: “Mi hilandera en las tardes hila, canta y espera.” Si no hubiera esa ley de economía lingüística, tendría que haber escrito: “Mi hilandera por las tarde hila, mi hilandera por las tarde canta, y mi hilandera por las tarde espera.” 

Esta tendencia a imponer un idioma donde primero van las mujeres, ha generado encono y más falta de respeto de los varones hacia ellas. El idioma no impone cambios; son los cambios los que hacen que el idioma cambie. En tal caso, el problema es de educación. Y si no, quienes defienden esto deberían acercase a una secundaria para que oigan cómo se expresan ¡las propias chicas! 

En Estados Unidos es usual la frase “Ladyes and gentlemen”, es decir, “Damas y caballeros”, o “Señoras y señores”, que equivale a primero las demás, y que, en casos de urgencia, incluso se extiende a “Primero mujeres y niños (incluidas por supuesta las pequeñitas). Como se ve, es un asunto más de cortesía y educación que de decretos. 

Quienes casi por decreto están insistiendo tanto en el lenguaje incluyente parecen más papistas que el papa. 

     

 

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