Idioma e idiosincrasia
MINUCIAS DEL IDIOMA
Miguel Campos Ramos
La palabra “idiosincrasia” significa “modo específico de ser de un pueblo”, por sus raíces griegas “idios”, especial, y “crasos”, temperamento. (Por cierto, es la única palabra terminada con los sonidos “crasia” que se escribe con “s”, no con “c”, pues las que terminan en “cracia”, con “c”, como “democracia”, “burocracia”, “plutocracia”, aluden a “poder”, que tal es el significado de “cratos” en griego.)
Por eso cada persona, o cada pueblo, tiene un modo de ser. Y a dicho modo de ser contribuye el idioma, o a la inversa: el modo de ser, o “idiosincrasia”, determina el modo de emplear el idioma.
Es incuestionable que la idiosincrasia de nosotros los mexicanos es diferente a la de quienes habitan países como Argentina, o la propia España. De los argentinos, por ejemplo, se dice que son sumamente petulantes. Es popular el chiste del turista que al venir a México le pide a un taxista que lo lleve a la zona conocida como el “mirador”, en la carretera a Cuernavaca. “¿Y para qué quiso venir hasta aquí, míster?”, pregunta el taxista cuando llegaron al lugar solicitado, a lo cual el turista argentino repone: “Y bueno, para ver cómo se ve la ciudad sin mí.”
La idiosincrasia argentina se expresa sin duda en el “modito” de hablar. Los argentinos arrastran las palabras con petulancia, no cabe duda.
Por lo que hace a los mexicanos, se ha dicho hasta el cansancio que somos un pueblo agachón, un pueblo sumiso producto de la conquista. Y que precisamente en dicho carácter está mucho de la forma en que hablamos. Entre otras cosas los excesivos diminutivos. “¿Me permite un momentito?”, decimos, como para no enojar a quien nos espera.
Recuerdo que, al inicio de los ochentas, cuando cursé algunos años de medicina en la Universidad Autónoma de Puebla, pese a ser docente en bachilleratos de dicha institución, como estudiante me expresaba con respeto ante las secretarias del departamento escolar cuando se trataba de alguna gestión. No así mis compañeros panameños, o colombianos, quienes indistintamente llegaban ante las chicas y les hablaban siempre directamente y, por supuesto, de “tú”. “Dame una ficha para examen”, “Dame mis calificaciones”, les decían. Vamos, ni siquiera se les escuchaba un “por favor”. Y las secretarias hasta temblaban, no precisamente de emoción.
Idiosincrasia, no cabe duda.
En nuestro caso, es muy común cierto uso de las formas gramaticalmente ilógicas que incluso son motivo de chistes televisivos. Me refiero a las formas del pretérito imperfecto o copretérito como “venía”, “quería”, etc. Es común que alguien llegue a una tienda y diga: “Quería pan.” Es como para que el tendero le reclame: “Ah, ¿ya no lo quiere?” Pero dicho tendero bien que entiende porque está en sintonía de idiosincrasia con quien así habla, y en consecuencia también le da a esta forma verbal el sentido de tiempo presente, “quiero”, sólo que, expresado con miedo, sumisión y respeto, como nos lo impusieron los conquistadores, primero, y más tarde los “amos” en las haciendas, haciendo que los peones respondieran a toda pregunta “Sí, l’amo”.
Para finalizar, cabe decir que cuán acertado es el proverbio castellano que reza: “Cada uno habla como quien es; por las palabras se conoce la intención.”
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