Infección benigna

DISEÑO

Germán Montalvo

 

Leer como sea, los instintos para la lectura pueden venir desde lo sugerente del escritor, el último libro de los poetas Elsa Cross, Fabio Morábito, Coral Bracho, las fábulas de Augusto Monterroso, o simplemente leer por contagio de los demás. Así ha sido el caso de muchos de nosotros. Si algún mayor llegaba con el periódico y lo dejaba sobre la mesa, lo que estaba ocasionando era un acto noble para ir a la sección que más nos pudiera interesar a nuestra corta edad. El ritual de la lectura hacía efecto sin que nadie se lo propusiera, un lector estaba naciendo, nunca supo que leer fuese una obligación; bendita “infección” de quien llevó el “virus”, que, entre otras cosas, habría sido descubierto por su capacidad para llenar o no, el crucigrama, inventado por Arthur Wynne (Inglaterra 1871-1945) y publicado por primera vez en el New York World. Diseñar la palabra para convertirla en lectura, ésa es la función lúdica de cruzar vertical y horizontalmente, así se construye el conocimiento, la imaginación.

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