Minucias del idioma
Lo llevaron al baile
Ralph Waldo Emerson, en su ensayo NATURALEZA, dentro del cual hay una reflexión denominada LENGUAJE, de manera elocuente señala con precisión el origen “natural” de las palabras. Dice:
“Las palabras que se usan para expresar un hecho moral e intelectual, examinadas hasta en su más íntima raíz, se ve que están tomadas de alguna manifestación material. Recto quiere decir derecho; errado quiere decir torcido; espíritu en un principio es igual a viento; transgresión es el acto de pasar una línea; decimos el corazón para expresar el sentimiento; la cabeza, para denotar la idea.”
En efecto, son los objetos, animados o inanimados, puntos de partida para crear conceptos y un lenguaje.
Las palabras danza o baile no escapan a ello. Y es que, independientemente de lo que ambas significan en su esencia (arte basado en la expresión física o corporal, generalmente acompañado de música), han enriquecido nuestro idioma con otras acepciones, derivadas de su propia naturaleza, que es el movimiento. Algunas de tales acepciones son expresiones populares, otras son más elaboradas, pero al usarlas nos remiten de inmediato a la naturaleza de la expresión dancística.
Para muestra unos ejemplos, o ¿qué tal unos bailes?
“Lo llevó al baile”. Esta frase coloquial alude al hecho de que alguien se pasó de confiado o de inocente y lo engañaron. Pero en relación con baile, alude a quien no quiere ir a un sitio precisamente donde se baila, y sin embargo es llevado con engaño o manipulación, de suerte que estando ahí no puede ya retractarse.
Y ¿qué tal “lo bailaron”? Algo como en el boxeo, donde algún púgil es fácilmente manejable por su oponente, con movimientos hábiles que no le permiten reaccionar. Este mismo concepto se aplica a quien es víctima de alguna estafa, por ejemplo que lo inviten a una rifa que nunca se realiza, aunque él ya pagó su boleto.
“Bailar con la más fea o con la más bonita”, otra expresión que no deja de ser pintoresca, y que en sí misma explica todo, por más que hoy, con ese asunto del idioma políticamente correcto, se tome a mal. Pero alude al hecho de que en alguna distribución de cargos o bienes, por ejemplo, a alguien le tocó lo mejor o lo peor, según sea el caso.
“Lo bailado nadie me lo quita”, otra expresión pintoresca, que se refiere al hecho de quien ya disfrutó, aunque ahora tenga que pagar las facturas o las consecuencias.
El idioma, en fin, es riquísimo y variado, pero si observamos bien, casi no pasa de las mismas palabras, la mayoría relacionadas con cosas, animales o personas.
Así, le llamamos “piedra” a quien no entiende, o “cerebrito” a quien entiende mucho, etc.
Así pues, cuando hablemos o escribamos, recordemos este principio básico del origen de las palabras: que su punto de partida es la naturaleza.
Miguel Campos Ramos
@miguelcamposr15
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