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Museo del templo budista de Chonburi en Tailandia

Chonburi, interiores. Gigantesca construcción interna tallada en madera. Templo budista en Tailandia. Fotografía libre de: https://www.shutterstock.com/es/search/chonburi 

 

 

MUSEOS 

Eduardo Pineda 

 

 

¿Qué es la felicidad? Seguramente esta no es una pregunta fácil de responder, es un concepto interpretado en múltiples ocasiones, y en la gran mayoría, de acuerdo con la tradición budista, ha sido confundido. Según los medios masivos de entretenimiento, dígase música, cine, televisión, redes sociales o sitios de esparcimiento propios de las sociedades de consumo, la felicidad se entiende como la posibilidad de incrementar los medios de adquisición de servicios o mercancías. El ingreso monetario y el poder, mientras más alto sea, nos aproxima a este concepto que se ha convertido en una meta.  

De manera que la felicidad se busca, se persigue y se alcanza temporalmente toda vez que se obtiene lo que se desea, y, una vez obtenido, el deseo aumenta y la idea de alcanzar de nuevo la felicidad se aleja. Es, como reza la vox populi, “cuento de nunca acabar”. Existen poderes fácticos muy interesados en que así sea, ya que estas metas que nos conducen al deseo una y otra vez obedecen al imperativo de vender cualquier cosa, sea o no necesaria. 

Dentro de esta fantasía de “alcanzar la felicidad” los aspectos de la vida que nos conducirían a una paz mental y estilo de vida mesurado se ven completamente ensombrecidos. No hay tiempo para la contemplación ni para la relajación. Los días enteros se ocupan para correr apresuradamente tras los deseos infundados por la moda, el cliché y la apariencia. Lamentablemente, lo anterior nos lleva precisamente al estado contrario de lo que el budismo considera felicidad; para la tradición iniciada por Siddhartha Gautama unos 600 años antes del inicio de la era cristiana, la felicidad no es una meta que se deba alcanzar, no está ahí esperando a que lleguemos; la felicidad es un estado permanente de vida, una forma de ser y estar en la realidad, y el principal ingrediente para estar y ser feliz permanentemente es la paz mental y la capacidad de “hacer nada” pese al entorno que nos presiona a hacer todo y hacerlo ¡ya! 

En esta tradición que floreció en la India y Tailandia principalmente, aquello que nos aleja del estado de felicidad, conocido dentro del budismo como Dharma, es el sufrimiento, y la fuente del sufrimiento es el deseo –estado mental que debe distinguirse del anhelo para no caer en la trampa cognitiva de que el budismo promueve la mediocridad–. De tal suerte que la incansable persecución de la felicidad a la que nos invita la modernidad arrojada al consumismo se fundamenta en la causa última que nos aleja de la felicidad plena en el estado contemplativo. 

Al respecto, en Tailandia existe un museo conocido como: Museo del templo budista de Chonburi. Espacio sagrado que en su planta baja alberga un templo destinado a la meditación y la espiritualidad, y en su planta alta a una colección de textos, objetos y piezas que atesoran el conocimiento de esta tradición precristiana que aguarda el secreto tan simple y complicado de “hacer nada” para habitar la felicidad, en lugar de hacer todo para alcanzarla. 

 

 

 

eptribuna@gmail.com    

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