Nuestro Centro Histórico rumbo a los 500 años de Puebla

LA CAVERNA 

Miguel Campos Quiroz 

 

 

A principios de la próxima década, Puebla cumplirá cinco siglos de su fundación, y ante tal plazo, cuyo cumplimiento ya se vislumbra cercano, cabe reflexionar sobre lo que significa el privilegio de ser angelopolitanos, y por lo tanto herederos de la joya virreinal que nos regaló la Corona Española y que es nuestra hermosa ciudad. Y qué mejor forma de celebrarla que honrando su historia y aprendiendo a valorar y a apreciar lo que más la representa a nivel nacional y mundial: su centro histórico y los tesoros que contiene. 

Construida  como población de paso entre el Puerto de Veracruz y la Ciudad de México en el siglo XVI (su propio nombre «Puebla» procede de «poblado», «población», o «poblamiento») sobre suelo perteneciente al Señorío de Tlaxcala, pensada como ciudad para ser habitada por las familias españolas procedentes de la Península, y habiendo recibido su título de «Ciudad de los Ángeles» por Real Cédula de 1532 firmada por la Reina Isabel de Portugal, esposa del Emperador Carlos V y, junto con él, monarca de los reinos hispánicos y Emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico, nuestra ciudad es testigo y recordatorio de nuestra profunda historia y cultura virreinal e hispánica, la cual debe ser enaltecida con el orgullo y la dignidad que merece su noble origen. 

Ya por sí misma, la traza española original de la ciudad, que es lo que propiamente denominamos como «el centro histórico», y que como en toda otra ciudad mexicana, no es otra cosa que su asentamiento original, el centro a partir del cual la ciudad creció hacia su periferia hasta convertirse en la moderna mancha urbana, es en el caso de nuestra Puebla una verdadera obra de arte del urbanismo y la ingeniería, trazada con toda precisión y con medidas perfectas, a la manera de un tablero de ajedrez. Y no podía ser de otra manera, dado el origen divino que le atribuyen la tradición y el mito fundacional (trazados sus planos por los Ángeles en el cielo, y revelados en sueños al obispo Fray Julián Garcés). 

Y conscientes de ese tesoro histórico, cultural y espiritual que poseemos y que hemos heredado, los poblanos tenemos la responsabilidad no solo de estudiar y admirar nuestras casonas, iglesias, plazas y palacios virreinales, sino además de preservarlos del deterioro y de protegerlos de los ataques vandálicos y delincuenciales (cosa que las recientes y actuales administraciones han descuidado), así como de restaurarlos y embellecerlos dentro de los parámetros históricos y estéticos originales. 

Pero, además, no basta con admirar los inmuebles y saber que son una riqueza (que además para muchos pasa inadvertida, por desgracia), sino que hay que fomentar el conocimiento de la historia que cada uno de ellos cuenta y que es nuestra propia historia como poblanos. A este respecto, tampoco se ha hecho la difusión debida para que tanto locales como foráneos se interesen por profundizar en su pasado y cuidar de ella como es debido, habiendo llegado el abandono y el ambulantaje incluso a poner en riesgo su título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad, según cierta nota periodística publicada en El Sol de México1 

Es tiempo de que los poblanos, herederos de un pasado noble y heroico, recuperemos el orgullo de lo que significa vivir en nuestra Angelópolis, y de que en honor a lo que ello representa, preparemos una celebración en grande rumbo a los 500 años como ella lo merece, exaltando la historia, la cultura y la tradición, pero también recuperando nuestro centro histórico, que es literalmente el lugar de nacimiento y el núcleo de la posterior expansión de nuestra ciudad. 

A su vez, esperemos que, para entonces, desde el gobierno del estado se prepare una celebración en grande, como la ocasión lo amerita, con festejos, festivales, presentaciones culturales, rescate y embellecimiento del centro y sus inmuebles, acuñación de monedas conmemorativas alusivas a los mismos, publicaciones y ponencias, invitaciones a personajes importantes vinculados a la historia y legado hispánicos de nuestra ciudad, etc. Por ejemplo, existe en Puebla una importante comunidad española que podría ser considerada para ser invitada a los festejos, e incluso hasta los mismos Reyes, como un gesto simbólico del profundo vínculo y hermanamiento histórico que los poblanos tenemos con la Madre Patria, pues fue la institución de la monarquía la que fundó nuestra ciudad, la que le otorgó el rango de ciudad, y la que nos concedió nuestro escudo de armas, que al día de hoy sigue siendo el escudo oficial de nuestra ciudad, el cual figura en el ayuntamiento, así como en otros inmuebles históricos del centro, y hasta en muchos documentos oficiales poblanos, y ello debe ser agradecido y reconocido. 

Pero, a su vez, honrar nuestro centro histórico y su herencia como nacimiento de nuestra ciudad rumbo a sus primeros cinco siglos de existencia, implica también expandir su influencia cultural hacia las periferias, hacia las juntas auxiliares (pues ellas también forman parte de la ciudad de Puebla, y por lo tanto de la jurisdicción del municipio), para que esta maravillosa tradición de siglos influya en la ciudad moderna y conviva con su cotidianidad actual y con su historia que se sigue escribiendo, pues de otra manera nuestro centro histórico y su rica historia se convertirán en tan solo una reliquia estancada en el tiempo. Por ello es que conviene llevar eventos culturales y artísticos relacionados con nuestra tradición virreinal a los espacios públicos, a los parques que abundan en las colonias y fraccionamientos, con representaciones teatrales de producción novohispana, lecturas de autores virreinales y del Siglo de Oro, recitales de danza y música barroca, etc. Y ello debe empezar a hacerse desde ahora, y fomentarse desde la Secretaría de Cultura del estado, o del área encargada del tema en el ayuntamiento. Ello es de suma importancia para que la nuestra sea una ciudad culturalmente viva, y para que la herencia de nuestro pasado novohispano, representado por el tesoro que es nuestro centro histórico, trascienda los límites de este para abarcar toda nuestra zona urbana, la cual sigue y seguirá creciendo, para bien o para mal. 

Pues Puebla cumple 500 años en el cada vez más cercano 2031, y eso no es poca cosa… Es nada menos que medio milenio… Y los que aún faltan por construir para el porvenir, siempre desde la tradición y los valores heredados de nuestra cultura pentacentenaria. 

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