Libros para niños
Una de las actividades a que me dedico profesionalmente, además de escribir libros, es a dar conferencias. Y dos de los temas que más trato son “el poder de la palabra” y “el poder de la lectura”. Dicho sea de paso, no es para menos, pues son los temas claves de la educación, y recordemos que la educación es la base del desarrollo. Pero, bueno, éste es otro asunto, y lo que deseo compartir ahora es algo referente a una pregunta que cierta vez me plantearon en una de mis conferencias sobre lectura.
Una mamá me preguntó lo siguiente: “¿Usted tiene libros para niños?”
Tal interrogación por supuesto iba en el sentido de si dentro de los libros de literatura que había escrito y publicado tenía alguno “apto para niños”.
Se trataba sin duda de una pregunta muy importante, pues se tiene la idea de que los niños son incapaces de adentrarse en libros densos, complicados, y generalmente se cree que los libros adecuados para ellos son los que tienen portadas llamativas, pocas páginas, letra grande y muchos dibujos, además de que su contenido no sea tan difícil de entender.
La respuesta me resultó complicada entonces, y sólo acerté a decirle que en el sentido tradicional mis libros eran más bien para adolescentes y adultos, pues la mayoría tratan temas “fuertes” y a veces tienen palabras de las consideradas “groseras” o “malsonantes”.
Pero si ahora aquella mamá me hiciera esa misma pregunta, mi respuesta sería diferente. Explico por qué.
Hace unos años asistí a la feria del libro de Guadalajara y acudí a varias conferencias y mesas redondas.
En una de éstas participó el escritor brasileño Bartolomeu Campos de Queirós, a quien le planteé la misma interrogante y quien me respondió con la siguiente analogía, que ahora comparto con mucho gusto con los lectores y que por cierto es sumamente ilustrativa y hasta poética.
“Si usted ha ido a los parques públicos”, me dijo, “se habrá dado cuenta de que ningún árbol tiene placas donde se especifique ‘árbol para niños’ o ‘árbol para adultos’. El niño llega al parque e intenta trepar a un árbol grande. Pero sus pequeñas manos y sus bracitos no se lo permiten, no pueden asirse al tronco. Entonces él mismo busca un árbol adecuado que sí pueda trepar. Lo intenta con uno mediano, pero si tampoco puede subir, entonces busca uno pequeño. Claro, si ese niño logra trepar en el árbol grande, lo que deben hacer los padres es estar pendientes para recibirlo por si se resbala o cae.”
Con esta explicación quiso decirme que igual pasa con los libros. Si el niño empieza a leer un libro “riesgoso”, basta que los padres estén cerca para que, si pide una explicación (por haber descubierto un tema escabroso o una palabra malsonante), se la den y lo ayuden a entender. Pero si no pide explicación, seguro que está entendiendo. Y si ni una ni otra cosa, seguro que por sí mismo buscará otro libro que sí le guste y entienda. Lo importante es que los padres le ofrezcan al niño varios libros.
Conclusión: todos los libros son para todos. Lo importante es intentar leerlos.
Sin embargo, y aprovechando que el 30 de abril se festeja el Día del Niño y de la Niña, permítanme recomendarles algunos libros que tradicionalmente son considerados infantiles.
- El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, historia de un pequeño que se le aparece en el desierto a un aviador, quien narra ese encuentro y algunas aventuras que viven juntos.
- Pinocho, de Carlo Collodi, la conocida historia de un títere de madera que ansiaba ser niño.
- La historia interminable, de Michael Ende, historia de un niño que lee un libro llamado precisamente La historia interminable, y del cual sin darse cuenta es personaje.
- Corazón, de Edmundo de Amicis, historia de un niño italiano que cuenta sus vivencias al estar en la escuela elemental (aquí diríamos primaria).
- Por supuesto, dos clásicos: Cuentos, del francés Charles Perrault, donde vienen “Cenicienta”, “Caperucita Roja”, “Pulgarcito” y “La bella durmiente”, entre otros; y Cuentos de Hans Christian Andersen, con historias entrañables como “El soldadito de plomo”, “El patito feo”, “La niña de los fósforos” y “La sirenita”.
- Y me atrevo a incluir en esta breve lista mi novela Viaje a Gomosia, la tierra donde no leían, la cual trata de un niño que odia leer y odia la escuela, pero que tras un viaje fantástico, precisamente a Gomosia, regresa convertido en un niño que ama leer y ama la escuela.
Miguel Campos Ramos
twitter: miguelcamposr15
mail: camposramos@outlook. es
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