La muerte de la cultura
¿Pero, la barbarie de la industria de la cultura,
de la cultura de la mass media, comunicadora
de la cultura nacional-occidental, va en verdad,
fatalmente, a terminar por sustituir a la cultura?
Bolívar Echeverría
El profesor Bolívar Echeverría, ecuatoriano avecindado hasta su fallecimiento en México (y dicho sea de paso, desestimado por la administración pública federal actual), era un hombre preocupado por lo que sucede con los medios electrónicos y su influencia sobre la población.
Pero sobre todo era una persona preocupada por el capitalismo voraz y devorador de todo, por lo cual vaticinaba la muerte de la cultura asumiendo que: “la sustitución de ella por la producción y el consumo de eventos de diversión y entretenimiento, programados para una sociedad convertida en simple espectadora de su propio destino” (Echeverría, Bolívar, “Vuela de siglo”, ERA, México, 2006).
Y es, precisamente, lo que está sucediendo en la actualidad. Vivimos como espectadores de nuestra propia vida y solamente contemplamos cómo se va consumiendo viendo la televisión que nos capacita para pastorear, es decir, para ser parte de un rebaño en un estadio pastoral, como lo describió Michael Foucault. Por ello es que solamente decimos lo que el sistema desea que digamos, y opinamos lo que el sistema requiere que opinemos. Y tenemos prohibido opinar otra cosa, más que nada porque somos incapaces de opinar lo que la televisión o los medios masivos de comunicación no desean que opinemos. Por ello es que Giovanni Sartori hacía alusión al “homo videns”, el hombre que solamente es visión. Desde luego que hoy ya no es solamente la televisión; son los medios digitales los que han sustituido a la televisión, pues hoy es muy común saber que hay personas que no ven la televisión, pero desde luego que eso se sustituye por otros medios de comunicación digital y que siguen pensando lo que el sistema dicta.
Así es que como espectadores solamente consumimos desde nuestro pensamiento, lo que el sistema permite que se piense, como lo sostiene José Pablo Feinman: “somos pensados”, es decir, es el sistema el que pretende que pensemos, lo que el sistema requiere que pensemos. Sin embargo, surge la pregunta: ¿qué es el sistema? Es desde luego el poder económico-comunicacional global, que es al que se denomina como poder ideológico, que consiste, a decir de Ermanno Vittale, en el poder que permite dar las razones suficientes por las cuales debemos de comportarnos y de opinar de una determinada forma. Por ello ese poder que se ha monopolizado en el mundo, es el que determina, como lo sostenía Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, qué ropa usamos, qué comemos, por quién votamos, e incluso, determina la hora del día y de la noche. Por ello ese poder se encuentra sobre los viejos Estados, es decir, las naciones, como el poder político fuerte en un determinado territorio. Sin embargo, hoy ya no es así, pues sobre ese poder estatal se encuentra un poder superior, que es precisamente uno de carácter global, esto es el económico, que nos envía a nuestro subconsciente que no hay muchas alternativas en la perspectiva del mundo, que la inseguridad pública está desbordada, que los partidos políticos no representan más que a sus dirigentes, que no somos escuchados, que no hay alternativas más que la economía voraz de mercado, que desde el lugar en donde nacimos no hay otra perspectiva para nosotros, que no hay remedio a nuestra situación económica, que las policías están desbordadas de impotencia, que no se puede hacer nada contra la corrupción, migración de la pobreza, desempleo; todo esto y más es en lo que influye todos los días ese poder global, para que asumamos la posición de simples espectadores de nuestra vida, sentados en el sofá del conformismo y anhelando que no seamos parte de la estadística de los asaltados, robados, muertos, desempleados, etc., del día de mañana.
Pero para poder conformarnos como espectadores, desde luego que se necesita que la cultura propia haya muerto, es decir, nuestro sentimiento, sobre todo de solidaridad, con los que nos rodean, de nuestra identidad, esto es, de nuestra propia nacionalidad, de las costumbres y tradiciones con las cuales crecimos. Y por ello es que debe, entre otras cosas, fomentarse la lectura, pero para que no se lea; se debe de imponer en las escuelas primarias y hasta las secundarias la lectura obligada para incentivar en los alumnos la ausencia de lectura; se debe de asumir que los medios de comunicación locales no se revisen, menos aún que se lean los periódicos y diarios locales, pues éstos en su contenido cuentan con noticias locales, tradiciones y costumbres propias que deben de ser abolidas y olvidadas por costumbres globales en la comida, en los artistas, en los espectáculos, en el consumo. Todo ello es permitir morir nuestra cultura para sustituirla por una cultura de simples espectadores, y sobre todo de consumidores.
Dr. Silvino Vergara Nava
silvinovergara1@hotmail.com
parmenasradio.org
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