El museo del amor en Croacia
Postal publicitaria del Love Stories Museum of Dubrovnik, Croatia, abril del 2021
Alguna vez en el pueblo Seri, al norte de México, uno de sus líderes espirituales aseguró que cada uno de nosotros somos producto del amor de muchos: padres, abuelos, bisabuelos, etc.
El amor es uno de los conceptos más complejos y con significados tan amplios que por momentos resulta indescifrable. El amor a Dios, a los padres, a los hijos, a la pareja, a ciertos lugares, libros, música, gastronomía, el amor a uno mismo, a la madre Tierra, a la patria y un muy largo etcétera. El amor parece estar en todo y en todos, se asemeja más a un estado al que se accede, que a una emoción temporal, es decir, se ingresa al amor y se permanece ahí bajo formas distintas, y esa accesibilidad al amor parece cumplirse bajo premisas tan variadas que hasta una persona de “malos” sentimientos puede amar y ser amada.
En Croacia existe un museo dedicado a este concepto que define al ser humano; en él se muestran fotografías, esculturas, fragmentos de poemas, películas, esculturas, retablos, frases célebres y demás representaciones que a lo largo de la historia han sido estandarte de este sentimiento que sin lugar a dudas ha moldeado a nuestra especie en todas sus esferas.
Es el Love Stories Museum, enclavado en la ciudad de Dubrovnik, en una porción de tierra de una de las penínsulas que enmarcan al mar Mediterráneo; este recinto es visitado por una multitud de parejas que se ven así mismas en las historias que ahí se cuentan bajo diversas representaciones que se niegan a la obsolescencia pese a la actual cultura del consumo y la inmediatez.
En Croacia se salva el amor, prevalece inmutable en el tiempo, se posa en las rocas peninsulares como estandarte de lo que fue y lo que aún podría ser; en el museo del amor se congelaron el beso, la furtiva lágrima, la caricia, el verso, la mirada perdida, el corazón palpitante, el suspiro, la mano sudorosa, el estómago constreñido, el paso veloz, la nota que enamora, la flor, la epístola, el carmesí de las tintas y las almas rotas, las manos enlazadas entre sí, la saliva, la tensión, el sueño, la ilusión, la emancipación del amor que emerge desde el mar y que se aferra a las paredes, para ser visto, tocado y devorado por los caminantes.
El guiño a este museo es solamente un recordatorio, una breve y discreta señal para voltear a ver la historia de las muestras de amor que nuestra especie ha dado; el solo ingresar provoca un suspiro, el solo salir provoca inspiración. El museo del amor es el museo que enarbola nuestra existencia misma porque, como dicen los Seri: somos producto del amor de muchos.
Eduardo Pineda
ep293868@gmail.com
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