Ante la ciencia, ¿los valores resultaron insuficientes?
““Hoy tenemos más información y
más poder tecnológico que nunca,
pero tenemos también más confusión”
…
Las tecnologías de la información y
la comunicación, maravillosamente
útiles para tantas cosas, en ocasiones
puede transformar su acrónimo TIC en
Tecnologías de Idiotización Colectiva”
Jordi Pigem
En este tiempo que vivimos de la postmodernidad, se pone en duda cualquier conocimiento, postura, ciencia, técnica; la mayor evidencia es lo que sucedió últimamente con las vacunas contra el covid 19, pues millones de personas no estuvieron de acuerdo con ellas por las consecuencias y los efectos secundarios que pudieran provocar. Por ello es que ahora se hace mención de que muchos de los fallecidos por la pandemia no estaban vacunados.
Todo ese debate es propio de la actualidad, así como en el tiempo de la pre-modernidad, en la época de las invasiones que sufría el imperio otomano se discutía sobre “el sexo de los ángeles”; o bien, en los tiempos de la conquista de América, el debate consistía en descubrir “si los naturales de estas tierras contaban con alma.” Ahora el debate que se tiene es si la ciencia es el antídoto para resolver todos los problemas de la humanidad, o bien, si se ha vuelto parte de la enfermedad.
La sentencia lapidaria de los filósofos de los últimos tiempos en el mundo occidental, criticando la ciencia, al grado de sostener que “la ciencia se hace sin conciencia”, particularmente por el profesor alemán Martín Heiddeger, es la muestra de que los valores ante la ciencia cada día se encuentran más alejados de ella, esto es, que la ciencia camina por su lado, y los valores de la humanidad por el suyo. En especial la tecnología de la información y la biotecnología, que se han desarrollado en dimensiones sorprendentes. Desde el ámbito filosófico se ha sostenido que la ciencia y la tecnología nos están llevando por el camino del mal, se están distanciando de los valores que se requieren para la subsistencia y la mejor convivencia de la especie humana.
No es nada novedoso observar cómo, por lo que hace a la tecnología de la información, se está sustituyendo al pensamiento de los seres humanos, pues desde la televisión, llegando a las redes sociales, se ha convertido toda esa tecnología en un distractor, que incluso nos ha robado el tiempo de la meditación y de la razón. Por ello esa frase repetida insistentemente por el profeso argentino José Pablo Feinmann: “No pensamos, somos pensados”.
Sobre esa crítica que se hace desde el razonamiento humano, sobresale la advertencia a los padres de familia que puso en su dedicatoria el italiano Giovanni Sartori respecto a estos medios de comunicación, en su libro Homo videns, en donde advertía el riesgo que se corría con la televisión para las generaciones jóvenes. Hoy la televisión pareciera que ya es lo de menos.
Ante esta realidad de la ciencia y la tecnología de la información, se ha insistido mucho en que han desviado los valores indispensables para una buena convivencia de la humanidad, pues hoy ¿qué se puede decir de la fraternidad?, uno de los principios más importantes de la Revolución Francesa, que se ha sustituido por el individualismo, el materialismo y el consumismo, que no son otra cosa sino el andar de la humanidad por el camino equivocado a los valores que le permitan una mejor convivencia. Po eso está más que comprobada, gracias a estos medios, la frase demoledora: “Una mentira repetida varias veces, se convierte en una verdad”, que Gobbels, en los tiempos de la Alemania Nazi, predicó para mantener en el poder a Hitler.
Pero no es suficiente que estemos impedidos para pensar, para contemplar, para desarrollarnos por nosotros. Aún más peligrosos son los avances de la ciencia respecto a la biotecnología, que está transformando nuestros comportamientos, nuestra configuración, nuestra salud. Es emblemático lo que sostenía el profesor polaco Zygmunt Bauman de lo que sucedió en la década de los 50 del siglo XX con la medicina anti-estrés, pues sostiene el sociólogo que ya existía la medicina de los depresivos, pero no había depresión. Por tanto, pareciera que primero se desarrolló la medicina, pero no había enfermedad. Por lo cual es a partir de la década de los sesenta que se propagó en forma impresionante, particularmente en los países del primer mundo, el estrés en las personas. Y así nos encontramos otros males que se han desarrollado gracias a la alimentación, a la medicina de emergencia, es decir, al desarrollo de la ciencia, que en muchas de las ocasiones se hace al margen de los valores indispensables para que la humanidad pueda subsistir.
El 24 de mayo de 2015 se publicó la encíclica: “Laudatio sí”, por el Papa Francisco I, que es una crítica aguda sobre la ciencia y tecnología en nuestros tiempos: “Cualquier solución técnica que pretendan aportar las ciencias será impotente para resolver los graves problemas del mundo si la humanidad pierde su rumbo”. Y el rumbo se ha perdido en muchas ocasiones con la ciencia y la tecnología, por apartarse de los valores de la humanidad.
Silvino Vergara Nava
(Web: parmenasradio.org)
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