Minucias del idioma
Los documentos oficiales
Se le denomina “machote” a un texto muestra que sirve de modelo o guía, a efecto de que en los sucesivos haya un esquema similar.
El concepto no tiene relación con “macho” en su acepción de masculinidad, por su origen latino “masculus” —macho—, sino se refiere a la etimología náhuatl “machiotl”, que significa “señal”, “comparación”, “dechado”, “modelo”, “ejemplo”.
La referencia viene a colación por el hecho de que en los documentos de carácter oficial, suele abusarse de los machotes, es decir, de los esquemas preestablecidos en cuanto al diseño y estilo de un mensaje. De esta suerte, lo dicho en un documento acaba resultando impersonal, frío y hasta anónimo. Es como si se dirigiera uno al cargo y no a quien está en él. Por ejemplo, si se envía un documento oficial, digamos, a un alcalde o al gobernador, pareciera que lo relevante es lo que se informa en él, no la forma en que se expone tal información, de modo que el mismo esquema sirve para todos los alcaldes y gobernadores, basta cambiarles el nombre.
Es recomendable que al dictar un documento oficial, por más que el tiempo lo exija, al menos se piense un poco en el destinatario y, siquiera en el párrafo inicial, se le diga algo personal, algo que tenga que ver con él.
La frialdad de los documentos de carácter oficial no debe ir en detrimento de la muestra de afecto que casi siempre existe de un funcionario a otro. Y lo mismo puede aplicarse de un jefe a sus subordinados. Tengamos presente aquel dicho popular repetido hasta el hartazgo, “lo cortés no quita lo valiente”.
Recordemos los machotes que se recomendaban en los tiempos de nuestros abuelos, para que les enviaran cartas a las posibles o probables novias. “Estimada señorita”, solían empezar, aunque el enviador no la conociera y mucho menos la estimara. O aquel otro: “Respetado caballero”, enviado por alguna mujer a alguien que a lo mejor no era respetado y mucho menos un caballero. Eran, sin duda, meras fórmulas cargadas de falsedad.
En el caso de los documentos oficiales, por qué no dirigirse a un funcionario con una frase inicial que diga “Estimado amigo”, si existe amistad, o incluso por su nombre, si existe la confianza para hacerlo.
La familiaridad o el afecto expresados así, distan mucho de pasar por alto el respeto que se debe a un superior. Al contrario, son una muestra de sinceridad.
¿Qué tal si lo practicamos?
-Miguel Campos Ramos
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