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Museo de la evolución: entre la ciencia, el arte y la cultura

Fachada Del Museo de la Evolución de Puebla, fotografía de la colección: Rescate de la zona cívica de los Fuertes.

 

Hace varios lustros, el Museo de Historia de Natural de la capital poblana fue consumido por las llamas en más del 50%, las puertas del recinto fueron cerradas de forma indefinida y Puebla se había quedado sin una opción para el esparcimiento constructivo, educativo y cultural para sus pequeños habitantes. 

       Afortunadamente, el espacio emblemático del aprendizaje de las ciencias naturales se rescató, y el mobiliario y las piezas de exhibición se complementaron con apoyo del Museo del Papalote de la Ciudad de México y el Museo del Parque Rafaela Padilla de la misma zona cívica donde se asienta el Museo de la Evolución. 

       Entre sus pasillos y salas se puede apreciar la historia natural de nuestro planeta, representaciones de la vida y su desarrollo evolutivo que ha dejado especies extintas y otras de reciente aparición en nuestro planeta. Se trata de observar, en un recorrido de hora y media, lo que a la vida en la Tierra le ha pasado en miles de millones de años. Es sin duda una experiencia que enamora a los visitantes y les siembra la duda respecto a las explicaciones antropocéntricas y teocéntricas sobre los seres vivos. 

       Me parece que en la actualidad es innegable que la vida evoluciona y que este proceso le ocurre todo el tiempo. Lynn Margulis, bióloga evolucionista y autora de la Teoría de la Endosimbiosis Seriada, responde a una de las preguntas más complejas de la ciencia: ¿Qué es la vida?: 

       ─La vida es un proceso, un proceso de cambio por la deriva génica, al azar, sin un modelo a seguir, sin algo o alguien que lo gobierne, sin una dirección, sin un sentido, sin un porqué. La vida simplemente ocurre y los biólogos nos rompemos la cabeza para explicarla, para saber si los cambios ocurren por un “por qué” o un “para qué”. Pero eso a la vida no le importa, la vida seguirá cambiando, moviéndose, es un tren en marcha que nunca se va a detener. La vida cambia y por ello no podemos “meterla a un laboratorio” y “aislar” los elementos que la conforman para estudiarla como si fuere una reacción química o la colisión de dos átomos. La vida se estudia más bien por curiosidad, por diversión, advierte Margulis. 

       Y eso es precisamente lo que hallan los visitantes de este museo: la semilla de la duda, de la curiosidad, de la diversión que se encuentra en las preguntas sin respuesta, en las explicaciones que parecen más bien acertijos, resoluciones de crímenes o novelas policíacas. Eso es la biología, el juego de muchos niños por encontrar el huevo de Pascua de la evolución biológica. 

       Y, al mismo tiempo, el Museo de la Evolución nos da cuenta del desarrollo de las sociedades humanas a lo largo del tiempo, de su cultura, de su arte, de su lenguaje, de su forma de entender y explicar la realidad, que, como bien se aprecia entre las salas de los museos, cambia casi tan rápido como los seres vivos que estudia y los procesos que le ocurren. 

      Recintos como éste dan cuenta de que la imaginación y la información, que son dos formas de conocimiento, serán vigentes y válidas para siempre, hasta el final de los tiempos. 

 

 

 

Eduardo Pineda 

ep293868@gmail.com 

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