¿Quién aboga por el planeta azul?

“CELEBRANDO a la naturaleza, la  

Pacha Mama, de la que somos parte y  

que es vital para nuestra existencia.” 

 

Constitución de Ecuador 2008 

 

“En tiempos inmemoriales se  

erigieron montañas, se desplazaron 

 ríos, se formaron lagos.  

Nuestra amazonia, nuestro chaco,  

nuestro altiplano y nuestros llanos y 

 valles se cubrieron de verdores y flores.  

Poblamos esta sagrada 

 Madre Tierra con rostros diferentes.” 

 

Constitución de Bolivia 2009 

 

 

Calentamiento global, lluvia ácida, transporte contaminante, cambio climático causado por la industria, generación excesiva de residuos, derroche de energía, deforestación, agricultura y ganadería tecnificada, gases de efecto invernadero, extracción minera en regiones de pueblos de origen, y cuantos otros conceptos que hace 20 o 30 años no nos eran tan comunes y hoy son algo muy repetitivo, tanto en los medios de comunicación como en las pláticas de café,  la palestra de los organismos no gubernamentales, pasando por los parlamentos de muchas naciones, pero el deterioro del medio ambiente es continuo. ¿Quién aboga por el planeta azul? 

Muchos son los esfuerzos desde las investigaciones, estudios y análisis. Los líderes de opinión se desgarran la garganta sobre las consecuencias de continuar con este ritmo en las actividades industriales y económicas, pero las medidas que se implementan en el planeta azul son muy limitadas, a veces parecieran casi nulas o, simplemente, emblemáticas. Entonces: ¿Quién aboga por el planeta azul? 

En agosto de 2019, previo a la catástrofe del covid-19, se generaron una gran cantidad de incendios en el Amazonas. El gobierno de Brasil poco se preocupó por lo que estaba sucediendo. Optó por negarlo. El desastre era mayúsculo, al grado de que los gobiernos de Alemania y Francia exigían mayor y mejor intervención del gobierno brasileño. El desastre se convirtió en un problema global. Pero el gobierno brasileño, justificándose bajo la concepción de un país soberano, no permitió auxilio de ninguna entidad extranjera. Con el paso del tiempo se conoció que esta catástrofe se causó por las grandes empresas transnacionales que se instalan para cultivar de manera industrial los insumos agrícolas y requieren además llanuras para el ganado vigilado y controlado por drones. Entonces: ¿Quién aboga por el planeta azul? 

El accidente nuclear en Fukushima, Japón, el 11 de marzo de 2011, en una planta nuclear, provocó una catástrofe a la naturaleza de grandes magnitudes, al grado de que Alemania, observando la experiencia japonesa, aceleró diversos lineamientos para apagar sus plantas nucleares, lo que debió suceder en 2022. Pero las secuelas al medio ambiente de ese accidente nuclear siguen sin explorarse. Algo muy similar a lo sucedido en Ucrania, hoy devastada por la guerra, pero que el 26 de abril de 1986 vivió la experiencia del accidente en la planta nuclear de Chernóbil, cuando aún formaba parte de la extinta Unión Soviética. 

Otros desastres naturales de grandes dimensiones han sido los siguientes: El huracán Katrina, el 29 de agosto de 2005; este huracán azotó los estados de Luisiana, Mississippi, Florida y Alabama, en el sur de Estados Unidos. Por su parte, el 26 de diciembre de 2004 los habitantes de Indonesia, India, Sri Lanka y Tailandia sufrieron la magnitud de un tsunami de nueve grados. Y podemos seguir con una serie de datos respecto a estos desastres naturales, desde inundaciones, pasando por terremotos, erupciones de volcanes, sequías, altas temperaturas, lluvias torrenciales, y todo ello como una muestra de que no hay quien abogue por el planeta azul, es decir, por el medio ambiente, por la tierra en la que vivimos y vivirán nuestras futuras generaciones, a esta que los pueblos de origen sudamericanos le denominaban: “la Pachamama”, la madre tierra. 

Desde el ámbito jurídico ya se han dado una serie de medidas para poder contener estas graves contingencias. El problema es que son decisiones internacionales, acuerdos y tratados que no cuentan con la fuerza para hacerlos cumplir, se convierten en simples “buenas voluntades”. Por su parte, las regulaciones, leyes y reglamentos implementados por las naciones se ven fácilmente violados, bajo la necesidad, sobre todo en América Latina, de permitir que las empresas extranjeras y transnacionales se instalen en esas naciones. La experiencia de esas facilidades empresariales es palpable con China y la India, que son los países en donde prácticamente está situada toda la industria mundial, y esto se debe, entre otras cosas, a las amplias facilidades legales que existen para poder contaminar por parte de la industria mundial, al grado de que hoy no se sabe cuál es la magnitud en muchas regiones, particularmente de China, donde pudiera ya decretarse que son imposibles de que subsista la especie humana. Por lo pronto, 16 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo le corresponden a China. 

Desde luego que América Latina no es la excepción, basta con tener en la mano el libro emblemático de Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina”, como para contar con una idea clara de lo que ha sucedido a lo largo y ancho de este continente, desde los tiempos de la conquista y la colonia hasta nuestros días; los daños son innumerables. Por ello, han resultado sobresalientes las constituciones de Ecuador de 2008 y Bolivia de 2009, para contener el deterioro al medio ambiente, al grado de que se le ha dotado de personalidad jurídica a la Pachamama –la madre naturaleza.  

En México se implementó en una reforma constitucional publicada en el diario oficial de la federación el 28 de junio de 1999, el derecho al medio ambiente sano (artículo 4), que por tratarse de los denominados derechos sociales, requiere de muchos esfuerzos para su implementación y protección. Por su parte, desde la academia y en algún sector científico, desde la década de los setenta del siglo pasado, se ha sostenido la necesidad de implementar internacionalmente un derecho humano para las próximas generaciones, pues lo que se está viviendo actualmente con el medio ambiente debería ser un aliento para ocuparse por acciones que permitan la subsistencia de la especie humana en este planeta azul en un futuro. 

Otra forma de concienciar lo que está haciendo la humanidad con el planeta azul es que desde 1947 se implementó simbólicamente un reloj denominado “del Apocalipsis” o “del juicio final”, conformado por el boletín científico de la universidad de Chicago –paradójicamente la misma universidad que en su escuela de economía ha sido responsable, por sus políticas implementadas en el mundo, de muchos de los desastres y deterioros naturales– y que usa la media noche como el momento final del mundo, la destrucción total; después del Covid-19 se puso el reloj a solamente cien segundos de la media noche, es decir del final. 

En tanto unos implementan acuerdos y tratados internacionales, otras reformas constitucionales, leyes y reglamentos, por aquí y por allá manifestaciones y datos técnicos y científicos sobre la situación preocupante del medio ambiente, unos más están con el conteo de los segundos para el desastre mundial. En tanto sucede eso, subsiste la pregunta sin respuesta: ¿Quién aboga por el planeta azul?  

 

 

Silvino Vergara Nava 

Web: parmenasradio.org

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