Docencia e inteligencia artificial
Mucho se ha hablado de esa práctica tecnológica avanzada llamada inteligencia artificial, cuyos inicios los encontramos en los años 50’s y que pretende aprender de la inteligencia humana, si no para sustituirla (lo cual es imposible, puesto que es una red de algoritmos que no incluye emociones ni sentimientos), sí para ofrecer un modo de vida más eficiente.
Para ello, es importante remitirnos al género literario que mejor aborda el referido tema, la ciencia ficción, y a uno de sus más dignos representantes, Isaac Asimov, quien en su novela El hombre bicentenario plantea varias premisas que han hecho de la IA la antesala de una realidad muy próxima al ser humano. La novela gira alrededor del deseo de Andrew, el robot protagonista, de lograr la metamorfosis de ser una simple y fría máquina para convertirse en un ser humano con sentimientos y emociones que, increíblemente, conoce al detalle, aunque nunca las haya experimentado. Incluso puede dar cátedras del tema hasta hacer brotar lágrimas de emoción a quienes lo escuchan.
Tanto es su deseo de sentir que también está en su mente la idea de exponerse a lo que muchos seres humanos no quieren o temen experimentar: la muerte, que es otra de las grandes diferencias entre humanos y máquinas: el ser humano muere, la máquina no. Pero sí se harta, como lo confirma en Todos los problemas del mundo el mismo autor, acerca de una inmensa máquina que guarda toda la información de los individuos, incluyendo sus males y sus más ínfimos planes. Al preguntarle a Multivakc cuál era su mayor deseo, la máquina contesta categóricamente: deseo morir.
Así pues, el punto medular de este artículo es, precisamente, la relación que guarda la IA con el ser humano desde el punto de vista de la educación y la posible sustitución del docente por una tecnología que sea capaz de realizar su trabajo. La base de la educación es el elemento humano que esta posee de manera intrínseca y que la IA no podrá desplazar, aunque llegue a ser una superinteligencia, que es el nivel que supera a la inteligencia humana. La docencia es una profesión que requiere contacto humano, compasión, razonamiento, creatividad, estrategia y todo tipo de emociones.
Por lo tanto, y tomando en cuenta que la educación es uno de los sectores que más tarda en integrar la tecnología a su tarea, la IA se puede utilizar como una herramienta para el trabajo docente optimizándolo en un 40%; por ello, no es correcto aventurarse a pensar que las máquinas inteligentes sustituirán al maestro, pues como lo dijo Kai-fu Lee, estudioso de la IA, la belleza de la lengua no será alcanzada por la IA.
Haciendo estos cálculos, es importante vaticinar que el docente ahora sí podrá dedicarse a invertir el tiempo en el fomento de los valores, la moralidad, la creatividad, las artes, la sensibilidad. En suma, las relaciones interpersonales que la IA no puede cubrir y que tanta falta hace enfatizar en todos los actores del sistema educativo actual.
Éricka E. Méndez Ortega
eryelmeor@gmail.com
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