La llegada: ese necesario retorno
Siguiendo la estela de grandes como Borges, Bradbury y Calvino, el norteamericano de ascendencia asiática Ted Chiang es hoy por hoy el más grande a la hora de, bajo tramas aparentemente de género, hablarnos de lo que es ser humano utilizando envolturas de fantasía y ciencia ficción que lo acercan a una literatura Sci-fi más inmediato a lo filosófico de La invención de Morel que al pulp de La guerra de los mundos.
Dentro de la veintena de relatos que lleva publicados (y escritos; poco prolífico y lento a la hora de escribir por su perfeccionamiento, toda su obra se engloba en los esenciales Historia de tu vida y Exhalación) quizá sea el de Historia de tu vida el que a la hora de ordenar, sea considerado no sólo su cumbre sino quizá del top 5 de la historia de la Ciencia Ficción; bajo una premisa aparentemente clínica en su manejo de la especulación tecnológica, lo que aquí se narra es una historia donde la gran incógnita también proviene de una raíz tan habitual que se nos olvida es una raíz que ha tardado siglos en ser perfeccionada y que aún hoy causa dolor de cabeza a más de uno: el lenguaje.
Y fue precisamente el formidable cineasta canadiense Denis Villeneuve quien decidió continuar su estupenda racha de éxitos iniciada por Prisioneros (2013) y continuada por Sicario (2015), con una adaptación que al igual que el relato en el que se basa está más cerca de joyas cerebrales como 2001: una odisea del espacio (1968) y Solaris (1972), que de los divertimentos como Star Wars (1977) o en lo que actualmente se ha convertido la saga de The Matrix (1999).
Pero con una diferencia más que atendible: jamás olvida el corazón.
Jamás olvida que sus personajes laten.
Lo que se nos cuenta en La llegada (2016) es la historia de la ya cliché llegada extraterrestre, pero en este caso afrontada por una ciencia, que no es tanto la técnica (aunque abunda), sino la lingüística; la experta lingüista Louise Banks (interpretada por una fantástica Amy Adams, dueña de los mejores ojos que hay en el cine contemporáneo) debe afrontar a los invasores intentando descifrar ese lenguaje que ellos usan muy cercano a esos círculos que deja la taza del café sobre el mantel, sin saber que tal llegada en realidad no es más que un retorno, donde ella al empezar a descifrar el lenguaje se va dando cuenta de que eso que considera ajeno será, como siempre, desde el principio, parte de la historia de su vida.
Dueña de una melancolía muy a la Kurt Vonnegut o Terrence Malick, que culmina en uno de los finales más conmovedores y emotivos de los que se tenga memoria, es curioso que la apuesta de La llegada a la hora de ser parteaguas dentro de su género sea apostar por volver al inicio, al lenguaje y su estudio, ya que presumimos de ser tan avanzados, como puente, y la comunicación, como algo esencial para preservar y expandir lo que nos hace ser. Y que en cuanto entendamos ese cambio que lleva el hecho de comunicar por escrito, señas o voz es lo que nos permite hacer de cada contacto un puente que permite (re)conocer y progresar.
La invasión como recuerdo a fin de tener siempre presente ese shock del futuro para sacudir nuestro roto presente.
Siempre recordando al origen.
A la palabra.
Agustín Ortiz
joseagustinortiz86@gmail.com
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