Información y datos ¡no son conocimiento!

Silvino Vergara Nava 

Sociología de la supervivencia

 

 

“Los filósofos que más atención han 

 prestado a la tecnología concluyen que 

 no es un simple instrumento que 

 nosotros utilizamos.  

Hay un momento en que la tecnología  

se nos escapa de las manos,  

toma el volante y a partir de entonces 

 somos nosotros quienes 

 somos utilizados por la tecnología.” 

 

Jordi Pigem 

 

 

Es evidente que, gracias a la tecnología, en la actualidad contamos con más información y datos que en generaciones anteriores, vivimos sumergidos en datos e información, pero sobre todo en la posibilidad de contar con ella con la rapidez que nuestros antepasados no se imaginarían; sin embargo, esto no significa que vivamos en mejores condiciones de conocimiento. ¡Cuidado, la información y los datos no son conocimiento! 

En estos tiempos acostumbramos, gracias a que contamos con tanta información, planear el estudio de alguna especialidad –que tiene la ventaja de que es más corta que una maestría y con temas más concretos centrados en lo que nos interesa-, una maestría, o bien inscribirnos en otra licenciatura, terminar alguna que dejamos a medias, e, incluso, llegar a un doctorado; sin embargo, nos hacemos la pregunta de: ¿Para qué necesitamos esos estudios? La gran mayoría de las personas lo requieren para aumentar el currículum vitae, otras para buscar un mejor empleo –en estos tiempos no está garantizado que, estudiando una especialidad, maestría, menos aún, un doctorado, se garantice un mejor empleo-, algunos otros para dar clases, porque se exige otro grado de estudios, pero los menos, es decir, muy pocos, se inscriben por obtener simplemente conocimiento. 

Una vez inmersos en esos estudios, resulta que nos sentimos muy satisfechos con que un profesor acuda a llenarnos de material, de presentación de libros, recortes de libros, revistas, que nos esté permanentemente enviando información y más información, datos y datos, y con ello nos sentimos satisfechos de que se está cumpliendo con el cometido de estos estudios. Total, ya habrá oportunidad para que se pueda algún día leer un par de páginas de los miles que nos proporcionaron y, con toda esa información y datos que nos fue obsequiada en esa materia, ¡ya valió la pena la colegiatura! 

Pero cuando el profesor de esa materia acude al salón de clase, ahora incluso virtual, con el simple pizarrón a brindar sus explicaciones y lecciones, resulta que nos sentimos defraudados; claro está que hay que hacer la aclaración de que no es aquel, otro profesor que acude improvisado, sin preparar alguna línea para la clase, y que lejos de exponer se dedica a hablar de su vida y sus frustraciones; fuera de ese caso, nos referimos a aquel profesor que prepara la clase, hace su exposición, incluso, en el propio pizarrón, cita en su charla algún autor, pero resulta que no nos proporciona nada más, con ese es con quien nos sentimos defraudados, algo faltó, no hay un par de páginas de material de apoyo; sin embargo, ese maestro, más que proporcionar datos, información, lo que hizo fue que transmitió conocimiento. 

Y eso es lo que hay que considerar cuando se acude a estudiar, debemos de recapacitar si cuando acudimos a una clase, un diplomado, seminario, curso, lo que solicitamos es información y datos, o bien lo que requerimos es conocimiento. Decía al respecto el pedagogo brasileño avecindado en Chile Paolo Freire, que la educación que se lleva a cabo en Latinoamérica es una “educación bancarizada”, en donde los profesores arrojan al cerebro de los alumnos información y estos reciben la información, como los depósitos bancarios, y la aprobación de esa materia es regresar esa información repitiendo palabra por palabra, lo que previamente “se depositó”. 

Para que esa información y esos datos, miles ahora por la tecnología de la información, pueda ser útil, debe ser entonces, en palabras de esta tecnología, “procesada”; en palabras humanas: “razonada”, pues de nada sirve decir, por ejemplo, que leo 10 libros al mes, si es que no recuerdo ni una página de estos ni me han permitido contar con más conocimiento; por ello es que los datos y la información, simplemente tenerlos, no son necesariamente conocimiento.  

Por ello, el filósofo español Daniel Innenarity sostiene que vivimos en una era del desconocimiento, precisamente porque a pesar de contar con tanta información, no es de utilidad, si es que no resulta razonada o procesada en nuestras mentes, y que para ello hay que estudiarla, lo que no necesariamente significa memorizarla, pues todos hemos de recordar lo que sucedió en los primeros años de nuestras escuelas o de la propia universidad, cuando los alumnos con mejores calificaciones fueron los que se quedaron con los datos e información en la memoria, no en el razonamiento. 

Por eso, pareciera paradójico que contamos con niveles de estudio que anteriormente no existían, como es el caso de los post-doctorados, pero también contamos con personas que no saben leer, escribir, menos aún sumar o restar (con el respeto que merecen, pero basta con ir a un supermercado, tienda de conveniencia, e incluso a un banco, para que observemos que sucede eso con el cajero), porque terminaron sus estudios, incluso una licenciatura, repletos de datos e información, que nunca se convirtieron en conocimiento, porque esto último no lo da la institución en donde nos inscribimos, es más, muchas de las veces ni les interesa o solamente les interesa de dientes para afuera; depende de la otra persona, del receptor de esa información y datos, transformarlos verdaderamente en conocimiento. 

 

 

 (Web: parmenasradio.org) 

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