El lenguaje
Poesía para no expertos
Luis Antonio Godina Herrera
En Libertad bajo Palabra Octavio Paz escribió: “Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día.” Es difícil encontrar una mejor definición del lenguaje hablado. La palabra es libertad, es una forma de entender al mundo. Nos pertenece y a veces es con lo único que contamos. Así lo afirmaba el gran orador mexicano José Muñoz Cota, quien sostenía: “el hombre es su palabra”.
La palabra, el lenguaje, es lo que nos sustantiva como seres humanos, lo que nos identifica como especie. No por nada uno de los castigos divinos fue destruir la Torre de Babel, a través de la cual los hombres querían acercarse a Dios, y este los castigó haciéndolos hablar diferentes lenguas.
Hoy el lenguaje en sus múltiples manifestaciones podría tender –paradójicamente- a unificarse por la tecnología y facilidad de las traducciones, pero esto nunca lograría traducir la expresión de los ojos, el sentido último de un poema de amor o bien la descripción de un amanecer. Esas traducciones de la imaginación son imposibles.
El origen del lenguaje humano es un tema fascinante y complejo que ha intrigado a científicos, lingüistas y filósofos durante siglos. Al respecto Yuval Noah Harari, en Homo Deus, sostiene que “… los humanos creen que son ellos quienes hacen la historia, pero en realidad la historia gira alrededor de esta red de relatos de ficción.” El historiador y escritor de textos célebres a nivel mundial continúa señalando que “…Todo comenzó hace setenta mil años, cuando la revolución cognitiva permitió a los sapiens empezar a hablar de cosas que sólo existían en su imaginación… los sapiens tejieron redes ficticias…”. Esas redes son las palabras, los signos que nos permiten entender la realidad, describirla y transformarla.
En este sentido vale la pena traer a cuento el discurso de Octavio Paz al recibir el Premio Cervantes en 1981, en el cual sostuvo que “… Decir lengua es decir civilización: comunidad de valores, símbolos, usos, creencias, visiones, preguntas sobre el pasado, el presente, el porvenir. Hablar es convivir, vivir en un mundo que es este mundo y sus trasmundos, este tiempo y los otros: una civilización.” Es decir, el desarrollo del lenguaje significa, asimismo, la evolución del ser humano, del sapiens. Por ello, para Ernesto Sábato “una lengua no es un producto cristalizado sino una energía en perpetua transformación.”
En paralelo, Irene Vallejo, en su libro que nos ayudó a soportar la pandemia -me refiero a El infinito en un junco– dice que “… toda biblioteca es un viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad. En un mundo caótico, adquirir libros es un acto de equilibrio al filo del abismo.” Sin duda una forma de capturar el lenguaje es a través de los libros, y ellos conforman una biblioteca, una forma de paraíso, en el decir de Borges.
El mismo Paz invita en Las palabras a usarlas, a transfigurarlas, a que sean parte de uno mismo, a que sea el poeta su mejor custodio:
Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.
El hombre es su palabra, el hombre es su lenguaje. Lo más valioso que tenemos es nuestra palabra, lo que más cuidamos es la palabra, lo que más valoramos es cumplirla.
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