“Aventuras de Oliver Twist”

LIBROS 

Miguel Campos Ramos 

 

 

Leer a Charles Dickens es leer la historia de la Inglaterra del siglo XIX. No en balde otro gran escritor, sólo que francés, Honorato de Balzac, afirmó que “la novela es la historia privada de las naciones”. 

Esto explica también por qué en universidades tan prestigiosas como la de Harvard, a los estudiantes los ponen a leer obras clásicas, pues en ellas está la “historia privada” de las naciones, con sus políticas, sus ideologías, sus filosofías, sus economías, etc. 

Una de esas novelas que hoy recomiendo efusivamente, es precisamente de Charles Dickens, Aventuras de Oliver Twist, conocida comúnmente con el nombre de su protagonista Oliver Twist. 

Este personaje es un niño huérfano que nace en una casa de asistencia pública, donde muere su madre. 

El niño sufre maltrato, desde golpes hasta mala alimentación que lo tiene siempre enfermo e incluso al borde de la muerte, por unos burócratas del Estado que creen que con su labor de asistencia les hacen un favor a los necesitados. 

Recibe también maltrato psicológico y explotación laboral. 

Pero el pequeño Oliver es un niño modelo, quizá porque lo trae en la sangre, genes de buena familia, lo cual hace que el genio de Dickens mantenga al lector atento al devenir de la historia, pues desde los primeros capítulos hay barruntos de que existe un misterio en torno al origen del niño. 

Y cuando Oliver logra fugarse de esa casa de asistencia, cae en las garras de una horda de ladrones que pretenden usarlo a fin de que, por su esbelta complexión, se cuele en las casas y desde dentro abra las chapas para que ellos entren sin problema. 

Hay un detalle en la novela que debe ser visto con mitrada inteligente, pues dos de los protagonistas ladrones son judíos. En la narración, Dickens parece encarnizarse con ellos, al exagerar sus defectos y minimizar sus virtudes, haciéndolos ver casi como monstruos. Digo que hay que leer esta obra con mirada inteligente, a la luz de la historia, porque en los tiempos que corren, donde las descalificaciones por el racismo han generado que incluso algunas obras artísticas sean mutiladas o adaptadas a los tiempos actuales almibarados de tolerancia, las más de las veces falsa y propagandista. Y es que es muy simple de entender. Los judíos, por naturaleza, han sido buenos financieros, excelentes banqueros. No por eso son malos. En esa época de Dickens había un criterio muy negativo contra ellos, y por ende se les descalificaba por ser amantes del dinero. 

Da la casualidad de que amantes del dinero, prestamistas, agiotistas y ladrones hay en todas las razas y religiones, son parte de la condición humana. De manera que, como lo señalé al principio, hay que leer esta novela como la “pequeña historia de Inglaterra”, como una muestra de cómo era esa época que Dickens retrató tan bien, una época a la cual él perteneció de niño y que fue anterior a la era victoriana, considerada como le época de esplendor del imperio británico.   

La magia de esta novela radica en su melodramatismo y en la figura estoica del pequeño Oliver, y en que Dickens la escribió cuando apenas contaba con 26 años. 

Su final es de película. Léanla. 

 

 

 

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@miguelcamposr15 

Canal: https://youtube/miguelcamposramos6715 

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