Vicente Leñero: Teatro documental, o, mejor dicho, teatro visceral
TEATRO
Rodolfo Meléndez Sánchez
Vicente Leñero, dramaturgo, novelista y periodista; un arquitecto de historias, una figura clave que renovó el teatro mexicano y replanteó las posibilidades del realismo. Educado como ingeniero, logró convertirse en un referente del teatro documental, su carrera estuvo marcada por una constante búsqueda de la verdad y el cuestionamiento de las estructuras establecidas.
Leñero comenzó su camino literario en la narrativa con obras como Los albañiles y El garabato, donde exploró estructuras complejas influenciadas por el boom latinoamericano. Sin embargo, un “bloqueo creativo” lo llevó a incursionar en el teatro, descubriendo en este género una plataforma ideal para canalizar su pasión por los temas sociales y su interés por la polifonía de voces. Fue aquí donde desarrolló su estilo distintivo: un realismo que rechazaba el maniqueísmo y daba espacio a personajes multidimensionales.
En el teatro documental, Leñero encontró una herramienta para cuestionar la historia oficial y explorar temas polémicos. Obras como Pueblo rechazado y El juicio de León Toral y la madre Conchita sacudieron al público al presentar una visión crítica de la Iglesia y del sistema político mexicano. Estas piezas enfrentaron censura debido a su contenido provocador. A través de técnicas como el uso de múltiples puntos de vista y efectos de distanciamiento, Leñero logró que sus espectadores reflexionaran sobre las verdades que daban por sentadas.
Su legado no se limita a sus propias obras. Como maestro y mentor, Leñero abrió las puertas a nuevas generaciones de dramaturgos. Su taller de dramaturgia, que inició en 1974, se convirtió en un espacio de experimentación y aprendizaje. Allí, figuras como Jesús González Dávila y Víctor Hugo Rascón Banda encontraron inspiración para desarrollar sus propias propuestas teatrales. En este espacio, Leñero transmitió una lección clave: el arte de escribir es, ante todo, el arte de reescribir.
El impacto de Leñero en el teatro mexicano también se reflejó en su capacidad para integrar influencias internacionales. Inspirado por autores como Samuel Beckett y Harold Pinter, experimentó con estructuras no lineales, diálogos fragmentados y, sobre todo, los silencios. Obras como La mudanza y La visita del ángel exploraron nuevas dimensiones del realismo, desde lo hiperrealista hasta lo simbólico, llevando al teatro a varios puntos sin retorno.
Como periodista, Leñero cubrió el golpe al periódico Excélsior en 1976, que narró en Los periodistas. Además, dirigió el semanario Proceso, siendo una voz crítica frente al poder.
Leñero también entendió las tensiones entre el teatro y el cine como lenguajes visuales. Si bien experimentó con ambos, siempre defendió la capacidad única del teatro para profundizar en la palabra y el espacio escénico. Este compromiso lo llevó a crear obras icónicas como Nadie sabe nada y El infierno, donde enfrentó el reto de manejar múltiples espacios simultáneamente.
Desde el realismo crítico hasta el teatro documental, su obra invita a replantearnos nuestra comprensión de la verdad y de la narrativa. Y demuestra, una vez más, que no todos los estudiantes de letras son escritores, y no todos los escritores estudiaron letras. Pero que, una norma que casi siempre se cumple a la perfección, es que los mejores escritores pasaron por un periódico antes.
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