Amor y gastronomía: el maridaje perfecto

GASTRONOMÍA 

DANIEL PARRA CÉSPEDES 

 

 

Dicen que el amor entra por los ojos, pero cualquiera que haya probado la cocina mexicana, sabe que en realidad entra por el estómago. La conexión entre el amor y la gastronomía no es ninguna coincidencia; ambos comparten ese toque de magia, esa capacidad para transformar lo ordinario en algo extraordinario. Además, ambos son un arte que se disfruta más cuando se comparte.  

Se cocina con el corazón, no con recetas, todos hemos tenido esa primera cita que se siente como un soufflé a punto de desinflarse, sabes que la química es esencial. La cocina y el amor tienen eso en común: puedes tener los mejores ingredientes, pero sin pasión, todo queda insípido. Es por eso que cocinar para alguien que amas —o con alguien que amas— es mucho más que una actividad doméstica; es un acto de amor. Cada corte, cada especia, cada momento de la preparación es una declaración: “me importas lo suficiente como para invertir mi tiempo y creatividad en ti”. 

Pero en el amor y la cocina también tenemos que hablar de afrodisíacos: ostras, chocolate, camarones, damiana… la lista es tan larga como un menú degustación de lujo. Aunque la ciencia a veces levanta una ceja escéptica, la verdad es que estos alimentos funcionan porque creemos que lo hacen. El poder del placebo, combinado con un ambiente íntimo y una buena copa de vino o mezcal, puede hacer maravillas. Y si nada de eso resulta, siempre puedes recurrir a la pizza, porque nadie puede resistirse al encanto de una buena margarita. 

La mesa puede ser el escenario del romance, el lugar donde se sirven los platos también importa. Una cena a la luz de las velas puede convertir hasta el más sencillo de los platos en una experiencia inolvidable. Y no, no necesitas un restaurante con estrellas Michelin ni un mantel muy fino; a veces, la chispa está en los detalles: un postre compartido, un brindis pensado a detalle, o esa mirada cómplice que dice “esto sabe a más que comida”. 

Si el amor tuviera una receta, probablemente incluiría una buena dosis de paciencia, una pizca de locura y mucho, mucho humor. Pero como nadie tiene una olla tan grande, nos conformamos con pequeños gestos diarios: preparar el café justo como le gusta, llevar el desayuno a la cama, invitar a la pareja a un nuevo restaurante o a repasar su lugar favorito, recordemos que no sólo compartimos la comida, compartimos un pedacito de nuestro corazón. 

El amor y la gastronomía son pequeños momentos que se transforman en grandes recuerdos. Un brindis, un bocado que te deja sin palabras, una comida que sabe a casa. Y como en todo buen plato, el secreto está en el equilibrio: no demasiado dulce, no demasiado salado, pero siempre lleno de sabor. ¡Eso es el verdadero maridaje perfecto! 

 

 

FB: Candinga / Instagram: CandingaMx 

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