Educar con amor

EDUCARSE ILUSTRA 

Éricka E. Méndez Ortega 

 

                                                                                                                                                  

                                                                                                                                     Educar la mente 

 sin educar el corazón, 

 no es educar, en absoluto 

Aristóteles 

 

 

Efectivamente, para que la educación y formación de un pupilo sea completa no basta con llenarle la mente de conocimientos, es tanto como saturar a un ordenador de datos, que, aunque útiles, no son suficientes para la construcción integral y sensible de un ser humano. La pasión por enseñar hace su papel por medio de los docentes, quienes no sólo transmiten conocimiento, sino que también inspiran y motivan a sus estudiantes. Si bien muchos alumnos viven situaciones caóticas y complejas en sus hogares, es la escuela, bajo la tutela de sus maestros, donde buscan cobijo y cariño. Quién de los lectores no recuerda a un maestro con agrado debido a las profundas enseñanzas aprendidas para la vida.  

Hoy que la nueva escuela mexicana hace énfasis en la situación anímica de los que se educan, el docente debe de pisar fuerte en el impacto que tiene en la vida del alumno, pues puede cambiar la trayectoria de un estudiante al instante, con una palabra, un gesto, un abrazo, así como la aguja de las vías del tren que conducen a los pasajeros a otros destinos que tal vez no tenían previstos, pero serán un atajo importante en sus vidas. Cuidar y guiar a los que aprenden también es amar. Mostrarles el mejor camino para su consolidación como personas de bien no es sencillo, pero si se educa desde el corazón, sin duda se logrará. 

La alegría de ver crecer a los alumnos es una satisfacción inigualable que sienten los maestros al ver el progreso y los logros de sus estudiantes, desde el aprendizaje de una nueva habilidad hasta su desarrollo personal. Posiblemente en las asignaturas teóricas, el progreso no es perceptible a simple vista, pero las disciplinas artísticas son el mejor escenario para percatarse de que lo enseñado y lo aprendido están dando sus frutos. Es entonces cuando los maestros nos enorgullecemos de nuestro trabajo y amamos más nuestra profesión. Lo que permite hacer más llevadero el día a día, que en la actualidad se ha tornado cada vez más difícil.  

Sin embargo, el amor por la docencia impulsa a los maestros a buscar nuevas metodologías y tecnologías para hacer el aprendizaje más atractivo y efectivo. La innovación en la enseñanza es la muestra de que el buen docente, el que ama su trabajo, siempre está buscando la novedad, se actualiza, estudia, se prepara para estar a la vanguardia de lo que le exige su profesión. Todo esto con la finalidad de compartir con sus alumnos lo aprendido y alentarlos a que sean las mujeres y hombres de provecho que el educador se ha fijado como meta. 

El legado del docente y su amor por la enseñanza dejan, indudablemente, una huella duradera en las generaciones presentes y futuras, formando ciudadanos comprometidos y empáticos que a su vez educarán con cariño y amor a quienes dependan de ellos, recordando siempre a quien o quienes les enseñaron que la letra no necesariamente entra con sangre, sino con amor. 

 

 

eryelmeor@gmail.com 

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