MINUCIAS DEL IDIOMA
Miguel Campos Ramos
De las cinco formas, y aún con variantes, como una que está de moda: la novela gráfica.
El nombre quizá más empleado es el de “cómic” (“cómics”, en plural), gracias a la influencia del idioma inglés. Obviamente es un anglicismo, derivado del nombre que les pusieron a unas publicaciones en forma de cuadernillos (cómic books), pero sobre todo porque lo descrito en ellas tenía un carácter cómico.
Lo importante es que esas narraciones se hacían en dibujos (o viñetas) secuenciadas, es decir, que una seguida por otra creaban una historia, muy al estilo de las famosas “story boards” que usa los cineastas para visualizar de manera gráfica y sencilla las escenas de sus guiones.
Se les denominó también “historietas”, particularmente en México, quizá como una forma de señalar que eran “historias menores” o “historias sencillas”, fáciles de entenderse, con poco texto, etc.
Otra forma en la cual se llamaron en México fue “cuentos” o “cuentitos”, sin que la palabra tenga que ver estrictamente con la naturaleza literaria de un cuento, sino siempre destacando que se trataba de algo menor.
Llegó a denominársele también con el nombre genérico de algún personaje que se volvió emblemático, como fue el caso del “Pepín”, una historieta que se publicó en México durante unas tres décadas, a partir de los años treinta. La gente decía “voy a comprar mi Pepín”, sin que necesariamente la historia contada en ese número tuviera como personaje a un tal Pepín.
Igual pasó con el “tebeo” en España, que es perfecto equivalente de “cómic” y de “historieta”. Se cree que el “tebeo” fue una especie de ocurrencia para jugar fonéticamente con las siglas de la frase “te veo”, pero cambiando la “v” por “b”, se modo que la revista se llamaba TBO, de donde se quedó el nombre genérico de “tebeo” para estas publicaciones, palabra que por cierto el Diccionario de la Real Aademia Española recogió desde hace décadas.
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