Historia de intramuros: Museo Carolino II
Fotografía: Segundo patio del Edifico Carolino: un remanso de paz / Imagen: Vicerrectoría de Extensión y Difusión de la Cultura BUAP / Colección: cuatro siglos de educación en Puebla / Julio, 2019
Con el devenir de los años, el Edificio Carolino fue tomando diversos usos, pero su esencia de claustro académico y contemplativo prevaleció en los siglos subsecuentes. Hoy es la sede, el corazón y el alma, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, pero ha albergado escuelas preparatorias, facultades y dependencias universitarias. Actualmente constituye en los corredores y espacios del primer patio el Museo Carolino, salas de exhibición artística que conforman atmósferas ideales para la apreciación.
El Museo Carolino muestra en el centro de su patio, flanqueado por arcos y columnas, una fuente monumental. Ahí, frente a esa danza de agua que se aproxima al cielo escribí:
[…]
Nunca había apreciado tanto la geometría de una fuente,
del agua de una fuente.
Es un fractal, como bien se observa;
pero también es un ciclo, un impulso hacia el cielo,
inútil impulso de fuerzas ajenas al agua;
eterno retorno al fondo, a su abismo.
Todos somos una fuente:
Somos impulsados al cielo sin voluntad de serlo,
somos un fractal del universo,
somos copia de cada mota de polvo de las estrellas y
a diario caemos en un abismo profundo, hueco, amplio.
Pero retornamos por el impulso ajeno a ese menester de llegar al cielo,
¡en vano! Sólo en vano nos aproximamos al Sol que reluce en el cielo.
Y cada vez, en cada intento,
una minúscula gota de nuestra fuente de vida
se va evaporando hasta que un bendito día no haya
una gota más que impulsar y el Sol nos lleve de vuelta al firmamento.
[…]
El Museo Carolino inició su carácter museográfico con la exposición del escultor Rivelino, “Víctimas y victimarios”. Es una muestra que sensibiliza al espectador, que le adentra en la deformidad y enmarca a los visitantes dentro de la realidad del mundo de la violencia y el violentado. Una exposición que sin duda nos obliga a fruncir el ceño ante una vasija estrangulada, una colección de láminas aserradas o un jarrón latigueado.
El acceso al Museo Carolino obliga al caminante a recorrer la Puebla de antaño. El callejón de la Iglesia de la Compañía de Jesús huele a un misticismo más allá del propio de las edificaciones quincuagenarias. Es una experiencia que oscila entre la tranquilidad cobijada bajo el dosel de la arbolada y la radiante cantera gris del primer patio, entre los ecos de los muros y los silencios de los paseantes que parecen flotar con esos pasos discretos, la cabeza reclinada al frente y las manos entrecruzadas echadas hacia atrás.
Arte, diseño, historia, academia y todo lo que Puebla significa, habita entre los muros del Museo Carolino.
Eduardo Pineda
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