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Avatar 2: El camino del agua

El estreno del trailer de Avatar 2: el camino del agua volvió, después de poco más de una década, a poner el dedo en la llaga: la secuela de la muy exitosa Avatar de James Cameron es una cinta que aun con el genio probado detrás y delante de cámaras se antoja absolutamente innecesaria. 

Lo anterior aun cuando durante mucho tiempo fue la película más taquillera de la historia, con 2.7 billones de dólares en taquilla, la cinta no generó una base de fans o un impacto que reflejara dichos ingresos, quedando como una especie de experiencia que una vez vista en cine (como se decía se debía de ver) se convirtió casi de inmediato en reliquia, una olvidable. 

Pero no hay que olvidar jamás a su director. 

Aquel que buscando la perfección era capaz de todo. 

Capaz de tomar a un físico culturista de extraño acento norteamericano y convertirlo en estrella con la legendaria Terminator. 

Aquel que causó un colapso nervioso en la mitad del elenco de El secreto del abismo con tal de conseguir llevar su visión a cabo en la pantalla. 

Un artista que con una mano en la cintura construía una réplica del Titanic para hundirla en la gran pantalla, ya que los efectos especiales le quedaban chicos, ganando un puñado de óscares de paso y creando quizá el último gran espectáculo del cine como mero entretenimiento. 

Uno que es capaz de esperar más de una década hasta que la tecnología se pusiera a la par con su visión. 

Curiosa mezcla entre sci-fi, cine bélico, new age y Pocahontas, Avatar era la cinta para cuya dirección al parecer había nacido James Cameron, de paso cambiando el cine. 

Habiéndose formado entre libros de Ciencia Ficción y Star Wars, Cameron se propuso hacer una película que cumpliera con su visión, una que sólo podría haberse hecho después de que su autor probara a propios y extraños con Titanic que su visión era la de un genio, un visionario. 

Y uno ve Avatar y justo eso es lo que encuentra: Visión. 

¿Y el corazón? 

Porque esta historia sobre la redención de un soldado en un planeta que primero debe atacar y después salvar, es una delicia visual que pese a todos los efectos especiales que despliega en sus casi tres horas de duración no es suficiente para ocultar una historia formularia, aun cuando marcó el regreso de Sigourney Weaver bajo las órdenes de Cameron; la cinta siempre se vio como un mero entretenimiento, y no como la importante fábula ambientalista que su Director pretendía mostrarnos y con la que además buscaba dedicar el resto de su vida a generar una mitología sobre ese mundo. 

Y sí, la intrascendencia cultural de esta cinta hoy más que nunca queda demostrada al constatar la poca expectativa que ha generado la publicación del ya mencionado trailer, pero también nos pone a pensar en cómo Cameron se salió con la suya como un visionario que cambió la manera de narrar en el cine: esa pantalla verde que en su momento era vista como una novedad se ha convertido en moneda corriente dentro de un cine épico que al parecer no puede prescindir de ella a la hora de mostrar nuevos mundos. 

El asombro se convierte en lo cotidiano. 

No en un cine con efectos especiales sino de efectos especiales. 

Y ahí está la diferencia. 

Asombro no es historia. 

Y así cambió el cine Avatar. 

Nos vemos en diciembre. 

 

 

Agustín Ortiz 

joseagustinortiz86@gmail.com 

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