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De cafeína y el poder ser 

Agustín Ortiz 

 

 

El cineasta Jim Jarmusch (1953) era un nombre reconocido y alabado entre los cinéfilos cuando en el 2003 dejó un poco el nicho de culto que tantas loas le había dado al estrenar la muy peculiar Café y cigarrillos; independiente hasta la médula y maestro a la hora de narrar los pequeños espacios en que puede habitar (real y metafóricamente) el individuo, fue en los años 80 cuando con Más extraño que el paraíso (1984) tomó por asalto tanto el Festival de Cannes como el circuito de arte y ensayo al narrar la historia de un encuentro donde, en la simplicidad de lo cotidiano, encontraba la manera de retratar una realidad alejada de los artificios donde precisamente la palabra clave era encuentro. 

Ya fuera con tres freaks compartiendo celda (Bajo el peso de la ley, 1986), en la ronda nocturna de varios taxistas alrededor del mundo (Noche  en la tierra, 1991) o un sujeto que al encontrar un arma descubre su certeza a la hora de dar en el blanco (Hombre muerto, 1995), lo de Jarmusch se basaba más en el diálogo que en la acción, contando con artistas de la talla de Tom Waits, John Lurie y Roberto Benigni como protagonistas a la hora de narrar historias que se antojaban más reales, más cercanas y siempre dejando al espectador con una sonrisa en la boca al encontrar, en las pequeñas revelaciones que se conversaban, verdades cercanas por estar vivo. 

En Café y cigarrillos la fórmula no cambiaba, pero algo ocurrió, que ese cine tan peculiar llegó a un público que con devoción abrazó una singular premisa: una cinta que durante poco más de hora y media constaba de conversaciones en pequeñas cafeterías sobre temas que podían ir desde el genio de Nikola Tesla hasta los peligros de fumar, esto con estrellas cómo Bill Murray, Alfred Molina, Iggy Pop, The White Stripes y otros nombres clave dentro de las artes, reunidos en un ambiente relajado donde la cafeína siempre es testigo. 

¿Testigo? Más bien punto de encuentro y la compañía perfecta para el poder ser. 

Porque no importa la hora, el tema o las ganas, con un café enfrente vemos a estas estrellas improvisando conversaciones que los muestran más relajados a la hora de compartir los pequeños momentos que los han creado e integran su día a día, entre sorbos de café acompañando las risas y las discusiones de estos genios mostrándonos la humanidad detrás del mito, mezclando el humo del cigarro con el respirar el aroma del café como si fuera un abrazo para el alma. 

Mostrándonos que son como nosotros, humanos, y a fin de cuentas, en el confort y sencillez de una buena taza de café (y un buen soundtrack), saborean el día a día. 

Saborean los placeres sencillos. 

Sorbo a sorbo. Aroma con aroma. 

Uno de los tantos milagros que caben en una taza de café. 

Donde todos nos podemos encontrar. 

 

 

 

Contacto: joseagustinortiz86@gmail.com

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