Diseñadores y cocineros: primos hermanos que van a las mismas fiestas
GASTRONOMÍA
Daniel Parra
Si alguna vez probó un platillo tan bello que dudó entre comerlo o colgarlo en un museo de arte, entonces ha sido testigo de la deliciosa conexión entre el diseño y la gastronomía. Sí: la comida entra por los ojos, pero también por el ojo crítico del diseñador. En la era de Instagram, donde hasta una tostada de aguacate puede convertirse en musa, es imposible negar que el buen comer y el buen diseñar se dan la mano y lo hacen con estilo.
El emplatado (así les dicen a estas creaciones visuales) no es sólo una moda de chefs con pinzas y mucho exceso de tiempo. Es una forma de narrar visualmente lo que el paladar está a punto de descubrir. Un filete mal puesto en el plato puede saber igual, sí, pero, seamos honestos: nadie le tomaría una foto. En tiempos donde la comida debe tener más likes que calorías, el diseño del plato se vuelve arte estratégico.
Lo mismo ocurre con los menús; el diseño editorial también se sirve en la mesa: legibilidad, jerarquía visual, iconografía clara y hasta menús digitales que suelen ser muy prácticos para hacer cualquier mínima corrección, cambio o ajuste de precios para el restaurantero. Los de las tabletas de vinos, donde, según entiendo, algunas empresas se encargan de todo, desde el suministro de los vinos hasta la descripción y recomendación de los mismos, ordenados por país, uva, denominación de origen y precio. De esto último no me consta, pero lo he notado: los precios se disparan bastante y las ofertas en los diferentes restaurantes son una copia para todos; se nota que no soy fan de ellos, ¿correcto?
Tanto el diseñador como el cocinero tienen el alma de artesano y la mente de ingeniero. Trabajan con restricciones: tiempo, presupuesto, ingredientes, y, aun así, deben producir algo que provoque un “¡wow!”. ¿Y qué pasa cuando trabajan juntos? Magia comestible, diseño que se come con los ojos.
Basta mirar el diseño de restaurantes de autor, donde la arquitectura, la iluminación, la música ambiental y hasta la textura de la servilleta han sido pensadas para que usted se sienta en un sueño gourmet. No se trata sólo de alimentarse: se trata de vivir una experiencia inmersiva.
Ahora vamos con el branding de productos gastronómicos que han alcanzado un nivel estético tan alto que uno se siente culpable por abrir la caja. El diseñador crea la historia visual; el chef, la historia sensorial. Ambos, si lo hacen bien, logran que usted pague más por un frasco de mermelada con tipografía minimalista y nombre en francés.
No nos olvidemos los gadgets de cocina. Desde el pelador de zanahorias ergonómico en forma de pato hasta la cafetera que parece diseñada por Apple. El diseño industrial ha convertido a la cocina en una pasarela de objetos deseables. ¿Necesita uno realmente una máquina de café de diseño italiano color Ferrari? No. Pero ¿no es hermoso tenerla?
Todo lo anterior hace que estos diseños sean “instagrameables”, y estoy seguro de que la ensalada que pedimos lucirá mejor que nosotros en las redes sociales.
Sommelier y Mezcalier
Candinga IG: candingaMx
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