El amor… es

Arte, capacidad, acción, acto de dar, emoción, valor, experiencia, estado, sentimiento, motivación, apego, energía, magia; todo esto y más puede ser el amor. Puede ser y puede no ser. Lo único seguro es que el amor está en todas partes como un ente subjetivo, y habita en todos los seres que tienen vida; ya lo dijo alguna vez Mahatma Ghandi: donde hay vida, hay amor. Y tipos de amor existen en cantidades infinitas, como infinito es, a su vez, el amor.

La prueba universal del amor la podemos observar en esa demostración incondicional que resulta difícil de asimilar en el mundo terrenal y que es propio de seres omnipotentes: el amor de Dios por la humanidad a tal grado de sacrificar a su único hijo; amor que hasta la fecha no ha sido correspondido por la mayoría de los seres humanos en los confines del mundo. Recordemos que el amor incondicional es el que sólo una madre puede experimentar por sus hijos, y que corresponde a uno de los anhelos más profundos, no sólo de los hijos, sino de todo ser humano. En la doctrina católica se traduce que todos somos hijos de Dios.

Sin embargo, tenemos ejemplos más mundanos, pero no por ello menos importantes  acerca del amor, tema del que podríamos escribir todo un tratado sin colocarle punto final, haciendo referencia a varios ejemplos que nos dictan la historia y la literatura, tales como: el de Narciso, quien se enamora de su reflejo como castigo impuesto por los dioses; de Vinicio y su amor obnubilante por Ligia en Quo Vadis?; del Quijote y su amor idealizado por Dulcinea del Toboso; del amor como infortunio visto a través de los ojos del Marqués de Sade; del amor aprendido en medio del caos que nos presenta Mary Shelley en Frankenstein; del amor eterno en el idilio de los volcanes de José Santos Chocano; y varios más.

Lo anterior nos lleva a reflexionar en que el amor es, o debería ser, el elemento que mueve toda forma de vida. No obstante, la concepción cosificada que actualmente se tiene de él (sobre todo en los adolescentes, que evaden cualquier forma de responsabilidad emocional, y en uno que otro adulto) impide que el amor cumpla con esta función primordial; y ya ni pensar siquiera en poder practicar los elementos básicos comunes en todas las formas de amor que, según Erich From, en su libro El arte de amar, son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento. Porque el amor se siembra y se cultiva a perpetuidad.

Otro factor que no debemos soslayar es el socio-cultural. El peso de las costumbres y tradiciones de cada región como mecanismos de influencia afecta para bien o para mal la práctica del amor, y más en los tiempos actuales, los cuales nos permiten tener el mundo en nuestras manos a través de un dispositivo móvil que nos presenta al amor en una cantidad increíble de facetas que lo desvirtúan y lo asesinan. Por ello es urgente dedicarnos a salvar esta necesidad de vincularnos a alguien o a algo, aprovechando que el amor no entiende de idiomas, colores, ideologías, edades o sexo. Así que aún podemos hacer mucho para tenerlo de vuelta y disfrutarlo, porque el amor…es.

 

 

Éricka E. Méndez Ortega

eryelmeor@gmail.com

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