El cine que conforma la conciencia
-Desde Hollywood con amor-
“Por medio del cine o la televisión nos
enseñan que la tortura es una cosa
como cualquier otra, un género como
cualquier otro, un entretenimiento también así:
como cualquier otro. Se la banaliza.
Se la torna una mercancía más que se
lanza al mercado.
<<Las películas de torturas venden bien>>”
José Pablo Feinmann
“Llegar a la conciencia de la gente,
bastaría con publicar diarios y
libros, seducir a un productor de radio
o de televisión.”
Michel Foucault
El cine se ha visto -y a veces vendido- como un arte. Por ello es que se le denomina “el séptimo arte”, atrás de: arquitectura, escultura, pintura, música, danza y poseía. También ha sido utilizado para otros fines, a veces no muy apropiados, pero ha funcionado como un canal de conformación de las conciencias de la población; quizá por ello es que se le ha dado mucho impulso al cine, que es un concepto sumamente amplio. Ahora, el formato del cine para los espectadores se ha transformado, ya no se acude regularmente a las instalaciones propias de los cines, sino en los propios hogares, hasta en las computadoras portátiles, celulares y demás equipos electrónicos personales se puede disfrutar del cine.
Sin embargo, el cine ha transformado las conciencias de millones de personas, y es en donde deberíamos detenernos, pues ese cambio de conciencias puede ser para bien. Por ello hay cine cultural que ha sido de mucha utilidad a pesar de que su divulgación cada día es más reducida por razones económicas; o bien, el cine documental, que ha permitido también la divulgación de muchos sucesos históricos, violaciones graves a los derechos humanos que pudieran quedarse olvidados, archivados o colgados en un museo.
Pero hay una parte del cine que corresponde al cine comercial, que es el que se ha desarrollado más y preocupantemente es el que llega a millones de personas de todo el mundo, no para vender una simple película, la imagen de un artista, o una moda, sino para modificar conciencias; la historia de los últimos cuarenta años en el mundo es una prueba de ello. Basta con recordar las películas desde Hollywood que se produjeron en contra de los nazis una vez que fue finalizando la Segunda Guerra Mundial.
Posteriormente, ya en la década de los ochenta del siglo XX, en plena guerra fría, las películas comerciales que llegaban a todos los rincones del mundo versaban sobre los héroes norteamericanos que derrotaban a los comunistas, socialistas, a los rusos, etc., o bien, los que legitimaban la invasión a Vietnam. De paso, las películas contra los musulmanes, los terroristas, rescatando aviones secuestrados con norteamericanos y judíos a bordo. En particular, lo que se estaba legitimando con esa avalancha de películas, el uso que se le dio al cine fue justificar la vida norteamericana, la forma de vivir capitalista, para en el fondo justificar la violencia, pues estas películas transmitían miles de muertos malos y de heridos buenos.
Ya finalizada la guerra fría, había que legitimar la hegemonía del poder comercial, y por ello es que se transformó la producción del cine comercial y se topó con el combate al terrorismo y de paso al narcotráfico, es decir, se buscó y localizó otros enemigos, y lo único que sucedió con ello fue mantener vigente la justificación de la vida norteamericana, la vida de consumo y la violencia entre los seres humanos, matándose unos contra otros, legitimando la muerte. Por ello es que, con los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, se justificó la vida del capitalismo vigilante, escenas, películas y aventuras en donde es necesario mantener la vigilancia sobre la población, porque desde cualquier ámbito podría surgir un terrorista, un desquiciado que termine con el mundo feliz de la vida norteamericana.
También, lo que se justificó fue la tortura, películas en donde sobresalen escenas en que se tortura al malo de la película, al enemigo, al feo, al sujeto de color e incluso a las mujeres, a los que cuentan con información que es necesaria para evitar daños mayores. En el fondo, lo que se justifica son centros penitenciarios como Guantánamo en Cuba, en donde se encuentran personas detenidas por el riesgo de que tengan conocimiento de actos de terrorismo, o bien que puedan llevarlos a cabo. Por ello es que, sin delito aún cometido, se les tiene detenidos y aplicándoles tortura para obtener información, cuando en los tiempos actuales de la post-modernidad hay incluso hasta tratados internacionales para prohibir determinantemente la tortura y que desde la academia esa práctica está totalmente prohibida. Pero que el cine comercial justifica todo lo contrario. Esto no es otra cosa más que el uso desviado del denominado “séptimo arte”, que transforma la conciencia de la población.
Silvino Vergara Nava
(Web: parmenasradio.org)
Leave us a reply