MERCADOTECNÍA CULTURAL
Arturo Méndez
En México el cómic forjó una identidad poderosa, dejando una huella imborrable en la cultura popular y en las estrategias de mercadotecnia local. Su influencia se ejerció a través de un acceso masivo y una conexión visceral con el imaginario nacional.
Entre los años 30 y 70 México vivió su Edad de Oro de la historieta, con tirajes millonarios. Estas publicaciones fueron el primer gran medio de marketing masivo para la clase trabajadora. Revistas como “Lagrimitas” estaban patrocinadas directamente por laboratorios farmacéuticos, combinando aventuras seriales con anuncios de medicamentos. El cómic era el “influencer” de la época, creando un vínculo único entre entretenimiento y consumo.
El ejemplo máximo de impacto es la obra de Eduardo del Río, “Rius”. Sus revistas “Los supermachos” y “Los agachados” fueron un fenómeno único. Combinaban humor, sátira política y ensayos gráficos educativos. Rius usó el cómic para “vender” ideas: conciencia social, crítica política y vegetarianismo (La panza es primero). Vendió millones de ejemplares, demostrando que existía un mercado masivo para la crítica intelectual accesible. Su poder era tal que figuras públicas temían ser satirizadas en sus páginas.
- Memín Pinguín: Aunque hoy controversial, fue un ícono de ventas que demostró el poder de un personaje recurrente.
- “El libro vaquero”: Dominó el mercado con marketing de nicho, ofreciendo narrativa popular barata y generando lealtad de marca.
- La familia Burrón: Obra maestra que hizo marketing de la identidad mexicana urbana, consolidando arquetipos y modismos que persisten en la publicidad nacional.
La influencia directa decayó con la televisión, pero su huella cultural es inmensa. Estableció un estilo gráfico y un humor que aún usa la publicidad. Hoy, el webcómic y el cómic independientes mexicanos buscan nuevos modelos en redes sociales, demostrando que la narrativa gráfica nacional sigue viva, adaptándose a las nuevas economías del consumo cultural.
Hoy, el webcómic mexicano y el cómic independiente (como “Karmatrón” o “Frik”) buscan nuevos modelos, usando redes sociales y crowdfunding, influyendo en nichos jóvenes y demostrando que la narrativa gráfica mexicana sigue viva, adaptándose a las nuevas formas de mercado y consumo.
En resumen, el cómic mexicano no solo existió, sino que fue un gigante cultural y un formidable vehículo de mercadotecnia popular. Su mayor logro fue conectar a nivel masivo, vendiendo desde jabones hasta ideologías, y su legado sigue latente en el alma y el humor de México.
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