El despertar de los sentidos
“Por muy larga que sea la tormenta, el Sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.
Khalil Gibran
Fue en diciembre de 2019 cuando, en la ciudad china de Wuhan, se identifican los primeros casos de personas enfermas con un tipo de neumonía desconocida, a la que inicialmente llamaron “neumonía de Wuhan”.
En pocos días el número de contagios siguió creciendo rápidamente, hasta que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró una emergencia de salud pública de importancia internacional el 30 de enero de 2020, no reconociéndola como una pandemia hasta el 11 de marzo de 2020.
Esas no gratas imágenes, que al inicio de la pandemia aparecían en los medios de comunicación, nos mostraban que en algunos países había una gran cantidad de cadáveres embolsados, algunos de ellos enterrados en fosas comunes; vimos hospitales saturados de personas contagiadas, la gran mayoría con ventiladores mecánico para respirar, esperando un milagro, ya que al no conocer esta enfermedad y no existir algún tratamiento específico, ni medicinas para controlarla, la situación se hacía crítica.
La pandemia de COVID-19, derivada de la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2, a casi tres años de haber aparecido, de acuerdo con datos oficiales, al 8 de diciembre de 2022, ha cobrado la vida de 6,653,000 personas y ha contagiado a 651,895,028.
Ante esta situación, realmente espeluznante, se nos indicó permanecer en cuarentena, la que, en un principio por temor, fue cumplida con estricto apego, pero después de un tiempo la gente se desesperó e intentó seguir una vida normal, lo que trajo como consecuencia nuevos contagios.
En los últimos días se nos ha estado informado que los casos de COVID han tenido un sustancial incremento en varios países del mundo, esto a causa de dos nuevas subvariantes de ómicron: La XBB, considerada como la “pesadilla” por algunos reportes médicos, y la BQ.1, bautizada como “perro del infierno”, lo que podría causar una nueva ola, la sexta, de contagios en México.
¿Y qué fue lo que hizo el ser humano al estar en aislamiento? Muchos sintieron ansiedad ante la posibilidad de tener contacto con el virus, ya sea por alguna vulnerabilidad de salud o por la muerte traumática de conocidos, amigos o familiares, por lo que tenían temor de salir o relacionarse con la gente.
El ser humano es un ente social por naturaleza, y al estar en aislamiento por mucho tiempo, ha sufrido modificaciones en sus hábitos, lo que ha dado como resultado el adormecimiento de alguno de los sentidos (tacto, oído, vista, gusto y olfato).
El encierro prolongado y el aislamiento social tienen varios efectos nocivos sobre el bienestar, tanto físicos como psíquicos.
Para algunas personas el quedarse en casa brindó la oportunidad de profundizar las relaciones familiares, como con la esposa e hijos.
Pero para otros, yo diría la gran mayoría, el no tener ese contacto físico, el estar alejados de los lugares en los que estaban acostumbrados a realizar sus labores cotidianas y, sobre todo, el realizar el trabajo a través de la comunicación digital, hablando ante una máquina y que ella contestara, y si había que salir era con cubrebocas, el mantenerse a una distancia determinada de sus semejantes y el usar gel y productos sanitizantes, tuvo un impacto emocional muy negativo.
Ante la dificultad de retomar la rutina, el umbral entre la salud y la enfermedad está definido por la pérdida de la libertad debido al aislamiento, pero está demostrado que existen antídotos que ayudan a lidiar con esta condición que nos ha dejado la pandemia.
Los expertos han propuesto algunas estrategias que pueden funcionar para salir de este letargo y que han demostrado que son buenas para reactivar el cuerpo físico y el mental.
Una de las acciones fundamentales es el establecer metas y crear propósitos para el día a día; éstos son factores cruciales, ya que nos permiten tener la esperanza de que esto aquí no termina, que sigue, todavía, un largo camino por delante.
Asimismo, es importante estar en contacto con la naturaleza, ya que el tener acceso a las áreas verdes, el respirar aire puro y ver el color del cielo y el campo, nos da esa paz espiritual y la tranquilidad requeridas para atravesar esta adversidad y continuar caminando hacia adelante, de la mejor forma, para vencer los obstáculos que nos ha dejado esta terrible enfermedad.
Es necesario, por otro lado, aceptar psicológicamente esta realidad, la que ha sido llamada la “nueva normalidad”, para ajustar nuestras necesidades a la situación en que nos ha dejado la pandemia. Es de fundamental importancia continuar con el contacto social, es decir, comunicarse con otras personas, aunque sea por medios digitales, percibir el hogar como un santuario, y no como una prisión, cuidar la salud, especialmente la alimentación y hacer ejercicio físico, y realizar actividades creativas y artísticas.
Esta situación nos da la oportunidad de acercarnos a la cultura y las artes, ya que, viendo una buena película, leyendo un buen libro, escuchando la música que más nos guste, cocinando y disfrutando los platillos de nuestro agrado, aprendiendo a tocar algún instrumento, o, si ya se sabe, practicarlo, aprender un idioma o hacer un recorrido virtual por los museos más importantes del mundo, nos permite desarrollar nuestros sentidos, que han sido de alguna manera aletargados por la pandemia.
Entre miedos y adaptaciones, amable lector, hay que seguir viviendo la vida, con la esperanza de algún día volver a sentir el sol y con la ayuda de la cultura y las artes el despertar de los sentidos se hará una realidad.
Jorge A. Rodríguez y Morgado
Twitter: @jarymorgado
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