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El imaginario Museo de la Democracia en Berlín

Museos 

Eduardo Pineda 

 

 

No es gratuito que el Museo de la Democracia en un país como Alemania, dedicado a Latinoamérica, sea nada más y nada menos que imaginario. Los griegos, unos 600 años antes del nacimiento de Cristo, atisbaron la posible solución a la pregunta ¿quién nos gobernará?, ¿un rey?, ¿un semi dios faraónico?, ¿anarquía?, ¿una monarquía entremezclada con un senado a modo?, ¿o una república parlamentaria elegida por la mayoría? La respuesta trascendió el tiempo y el espacio; actualmente casi todo el planeta vive políticamente bajo sistemas de gobierno supuestamente democráticos, donde los gobernantes y otros puestos de poder y administración pública son elegidos por la mayoría de sus habitantes mediante el sufragio “libre e informado”.  

La forma de gobierno que se gestó en la antigua Grecia fue la más aceptada en casi todas las culturas del orbe. Pero no es casualidad ni mucho menos lo mejor que nos pudo haber pasado, al menos, en un país como el nuestro. En el sistema democrático existe una multiplicidad de formas de manipular los mecanismos electorales, influir o comprar el voto o simplemente llegar a una pésima elección gubernamental por el simple hecho de que la mayoría de los votantes están mal informados, influenciados por corrientes mercadológicas, presiones delincuenciales en términos electorales, modas o acarreos.  De manera que la adjetivación que Mario Vargas Llosa hizo de México –como modelo ejemplar de las repúblicas bananeras de este lado del Atlántico– al afirmar que “somos una dictadura perfecta” es acertado a todos los niveles en que se pueda analizar.  

Veamos: No pensemos en un dictador como Porfirio Díaz, Daniel Ortega, Hugo Chávez, Fidel Castro o Mao Tse-Tung, pensemos en un partido hegemónico que se perpetúa en el poder por siete décadas, que cede la silla presidencial por dos sexenios a la “oposición” tras arreglos,  compromisos y acuerdos en el reparto de los puestos clave de la administración y que retorna al poder bajo su misma bandera y con la consigna de que en dos sexenios el “cambio” y “las manos limpias” fueron una ilusión, solo para después cambiar de color en camaleónica estrategia, bajo el argumento de terminar con esa fusión partidaria que ha demostrado en más de ochenta años no funcionar, pero… ¡Oh sorpresa! Ese nuevo movimiento está conformado por los remedos de los dos anteriores que gobernaron en el pasado…  estamos únicamente frente a la política de la ficción; con maestría histriónica fingen una competencia encarnizada vestida por una carretada de descalificaciones entre todos y un abanico electoral en las actas, pero, en realidad, todos forman parte del mismo aparato de poder que se mantendrá ahí por décadas en una dictadura oligopólica disfrazada de democracia.   

Por eso en Berlín, en el año 2021, la exposición & programa público nGbK, Oranienstraße 25, 10999, mostró una serie de colecciones artísticas, bibliográficas, escénicas y discursivas bajo el supuesto e imaginario  de que la democracia se hubiera extinguido unos pocos años atrás, haciéndose la pregunta de qué pasaría si en Latinoamérica ya no hubiera democracia, y la conclusión a la que llegaron tras dos meses de intensas actividades fue: en Latinoamérica nunca se ha practicado genuinamente la democracia.  

Y es fácil darles la razón al ver sociedades que piensan que la democracia es sólo aplicable en la elección de cargos públicos, sin darse cuenta de que la vida en democracia se practica en todo momento y debe permear todas las esferas de la vida cotidiana. Quienes vivimos en las llamadas repúblicas bananeras del río Bravo hasta la Patagonia, llevamos puesta una conveniente venda en los ojos, sin entender el concepto real que se gestó en Grecia y se pulió en Roma, que constitucionalizó muchas repúblicas europeas empezando con la Francia ya sin reyes y que moldea la vida diaria de los ciudadanos educados por sistemas que miran a la justicia como una forma de vida y no que administran la justicia sólo a favor de unos cuantos.  

Exposiciones como esta nos azotan contra la realidad de los pueblos conquistados, pero nos marcan el rumbo hacia donde virar las velas para que naveguemos de una vez y para siempre en una verdadera democracia que dé la oportunidad y la libertad de elegir sólo a aquellos ciudadanos que se esfuercen por conocer, comprender y exigir lo que deriva de las distintas plataformas políticas de los actores que ilustran las boletas electorales. 

 

 

 

eptribuna@gmail.com  

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