El museo, la otra escuela
EDUCARSE ILUSTRA
Éricka E. Méndez Ortega
No es un museo, es un lugar de ideas.
Museum Hack
El aprendizaje real llega al corazón de lo que significa ser humano. A través del aprendizaje nos recreamos a nosotros mismos, llegamos a ser capaces de hacer algo que nunca fuimos capaces de hacer anteriormente, volvemos a percibir el mundo y nuestra relación con él, ampliamos nuestra capacidad de crear, de ser parte del proceso general de la vida. Es decir, el aprendizaje es un proceso individual y social en el que los seres humanos están constantemente involucrados, tanto consciente como inconscientemente, según John Dewey, pedagogo, psicólogo y filósofo estadounidense.
Atendiendo a lo anterior, las instituciones educativas tienen una tarea muy grande con los que asisten a la escuela para aprender y los que pretenden enseñar o ser parte del proceso de enseñar a uno o a varios seres humanos. Afortunadamente, las escuelas no están solas en este desafío puesto que existen otras instituciones que pueden aportar conocimiento y recreación en un mismo lugar. Mientras que en las aulas se observa el aprendizaje en forma teórica, los museos ofrecen la práctica, la convivencia personalizada, es decir, el aprendizaje in situ del que tanto se ha hablado en los programas de estudio y no se ha logrado alcanzar.
La visita a museos tiene resultados muy favorables para el aprendizaje de los estudiantes y de quienes no lo son. La experiencia suele ser afectiva y con una mayor motivación o interés de despertar la curiosidad para la mejora de las actitudes hacia un tema. El pensamiento puede ser más razonable y crítico y tener un impacto positivo en la actitud de los estudiantes que ya están interesados y comprometidos con tal o cual disciplina. La mayoría de las personas que acuden a un museo, rara vez olvidan los datos históricos, científicos, literarios, físicos, reflejados en los objetos con los que convivieron ahora de manera interactiva.
Por esta razón, los museos, que son la otra escuela, deben de ser lugares con experiencias que fomenten el descubrimiento, la interacción, la adaptación a lo inesperado, brindando muchos caminos para explorar dando una idea de lo que sucede detrás de escena; además, deben ser divertidos, desafiantes, significativos, y animar a hacer preguntas, obviamente con personal que pueda relacionarse con niños y adolescentes instándolos a que acudan más a menudo a los museos.
Desafortunadamente, los tiempos, las autoridades educativas y las circunstancias políticas han provocado que, en las escuelas, ya no se realicen salidas a museos ni a ningún lugar que pueda ofrecer conocimiento, aprendizaje y esparcimiento como antaño se hacía, dejándoles este trabajo a las familias, que, en la mayoría de los casos, no cumplen con tal cometido, y entonces los museos quedan relegados a lugares donde, literalmente, se guarda el conocimiento y, como en las bibliotecas, lo único que se acumula es el polvo. Vayamos pues a los museos y que tanto los hijos como los estudiantes acudan por imitación; recordemos que la palabra conmueve, pero el ejemplo arrastra.
Leave us a reply