El reloj mecánico: ¿Aprovechar el tiempo?

Sociología de la Supervivencia

Silvino Vergara Nava 

 

 

 

 

“El reloj,  

y no la máquina de vapor,  

es la máquina-clave de la  

moderna edad industrial.” 

 

Jordi Pigem 

 

 

“La sociedad de consumo, de hiperconsumo, 

que nos hace pagar y pagar y pagar, y vivir 

desesperado, me roba la libertad, porque tengo  

que transformar mi tiempo libre en moneda para  

poder pagar lo mucho que tengo que comprar.” 

 

José Mujica 

 

Sostenía Lewis Mumford (1895-1990), al que se le denomina como “el historiador de la tecnología”, que: “La máquina clave del mundo moderno es el reloj mecánico, que sabemos que aparece en Europa hacia 1270-1280. No podemos precisar el año, pero la década fue probablemente la de 1270.” (Pigem, Jordi, Ángeles o Robots, La interioridad humana en la sociedad hipertecnológica, Fragmenta Editorial, Barcelona, 2018.)  

Verdaderamente que el mundo gira alrededor de un reloj, como bien dice el historiador; primero el reloj mecánico, ya que puede suceder que alguna otra máquina deje de funcionar en la actualidad, pero lo que no para y desde luego no puede dejar de funcionar, es el reloj. 

Todo se desarrolla con los horarios humanos del reloj “mecánico”, para algunos muy holgados, viendo el reloj esperando a qué hora se da por terminado el día; para otros las horas pasan volando, se vuelven muy cortos los días, quisiéramos que fueran de 48 horas y no de 24 horas; sin embargo, todo se mide con el tiempo y el reloj “mecánico”. 

Ahora, en los tiempos de la post-modernidad (dicho sea de paso, ya no estamos en los tiempos modernos), el tiempo marca la vida de todas las personas, quizá como nunca sucedió en generaciones anteriores. Por ejemplo, se inventó el cambio de horario de verano y de invierno en muchos países del mundo que, con el paso del tiempo, la experiencia dice que no fue para ahorrar energía eléctrica, sino más bien para que en verano se pudiera consumir más, pues al salir de los empleos, de las oficinas y talleres con luz natural, esto convida a contar con un par de horas para acudir al “shoping”, consumiendo un café, acudiendo al supermercado, etc. 

Los horarios para los trabajos y empleos se encuentran limitados, incluso, desde la Constitución. Ahora pretenden los legisladores disminuir los horarios laborales de 48 a 40 horas a la semana. En esa discusión de tiempos y horas, veremos al final del camino la reducción de las horas, porque así lo manda la globalización tecnológica del consumo, no la bienaventuranza del cuidado a los empleados. 

A partir de ese invento del reloj mecánico, los horarios gobiernan al ser humano y no el humano gobierna al reloj “mecánico”, y es la prueba más contundente de hacia dónde vamos con la inteligencia artificial y la tecnología de la información, en donde las máquinas gobiernan a la humanidad y no la humanidad gobierna a las máquinas. 

Es más que sabido por todo ciudadanos de a pie que, habiendo máquinas que hacen lo que era el trabajo de los seres humanos, ahora se inventan más labores, cosas que hacer y hasta más grados de estudio. Por eso es que nunca contamos con tiempo suficiente, “dícese” por los que saben, para “las cosas más importantes”, como supuestamente son: convivir con la familia, caminar, leer, orar, etc.  

Todo es horario, y para muestra un botón: en las escuelas y universidades, las clases no se miden por la calidad de los temas, por la importancia del contenido de ellos, o algún otro parámetro más coherente, sino con los horarios de entrada y salida, sin nunca hacernos la pregunta de que si efectivamente se aprende, es útil el sistema en el rendimiento de los alumnos, es apropiado, los profesores verdaderamente utilizan el tiempo para enseñar, o bien, en las universidades particularmente esas horas y horas de clase son para que los profesores cuenten su vida, presuman de lo que no tienen, o bien, cortejen a las y los estudiantes. 

Pero eso no es nada; ¿qué podemos decir de la burocracia?, de la cual hay que aclarar que no es exclusivamente la gubernamental, sino también forma parte la que corresponde a la iniciativa privada, las empresas por muy grandes o pequeñas que sean cuentan con esa lastre del siglo XIX, aunque si en esos tiempos la burocracia era sinónimo de eficacia, ahora es lo contrario, incluso de torpeza. En esta burocracia las horas de trabajo, en palabras de los “burócratas”, son: “Para hacer la pensión”.  

En cambio, en los centros de investigación, en donde se pagan becas a los sujetos que se dedican a “investigar”, que también son controlados por horas de trabajo, resulta que ellos mismos reconocen que les pagan por “hora nalga”, es decir, el tiempo en que están sentados atrás de un escritorio escribiendo lo escrito, inventando lo inventado, traduciendo lo traducido, teorizando lo teorizado, etc. 

Son tan importantes el horario, el reloj “mecánico” y el tiempo, que muchos profesionistas cobran por hora, otros más, como los médicos, enciman las citas de sus pacientes, “por si no llega uno a la hora, tengo otro que atender”. En fin, lo cierto es que ante la interrogante de ¿cómo aprovechar el tiempo?, cada quien sabe cómo aprovechar su reloj “mecánico” en esta vida de la post-modernidad, que se mide por horarios.  

 

 

 

(Web: parmenasradio.org) 

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