El tiempo, la joya más preciosa
La Caverna
Miguel Campos Quiroz
Un antiquísimo y conocido cuento tradicional de carácter alegórico y de origen incierto nos narra la aflicción de un hombre que lloraba desconsolado por haber perdido la joya más preciosa del mundo. Al interrogarle cierto viajero sobre qué joya era esa, él respondió que se trataba del tiempo, el cual, una vez perdido, es imposible de recuperar. La enseñanza de dicha fábula es tan clara, que no necesita mayor elucidación.
Vale la pena mencionar, sin embargo, que el tema del tiempo perdido ha sido repetido posteriormente en formas más complejas en las racionalizaciones de la literatura filosófica, pero de una manera más accesible (aunque no por ello menos compleja ni filosófica), en la literatura de ficción, y particularmente nos referiremos aquí, de forma muy breve, a lo que sobre el tema se ha escrito de manera magistral en la literatura fantástica.
En su clásico contemporáneo de fantasía Momo, Michael Ende, verdadero mago de las letras, nos presenta a unos extraños personajes, los «hombres grises», ladrones del tiempo, que roban a los hombres tan precioso recurso. Bajo la influencia de estos fantasmas, los seres humanos han dejado de dedicar tiempo a lo esencial, a las cosas importantes de la vida, a la creatividad, a soñar, a relacionarse con otros seres humanos, al amor y la amistad, a los valores, y en resumen, a vivir. En cambio, hacen que las personas inviertan su tiempo en cosas superfluas, en vanalidades como el culto al dinero, el consumismo, las ideologías, el vivir para el trabajo, dando así origen a un mundo deprimente lleno de concreto y de edificios en donde todo mundo vive a prisa (o mejor dicho, sobrevive). Por ello es que en la novela, los niños son los enemigos naturales de los hombres grises, pues son quienes en su inocencia no han perdido la capacidad de soñar. Por supuesto, muchos han visto en esta historia, y con razón, una crítica al mundo moderno, hiperindustrializado, materialista, politizado y en extremo intelectualista en el que estamos inmersos y en el que por la rapidez, hemos perdido la capacidad de soñar. Por ello la tortuga Casiopea es un símbolo de la lentitud que como seres humanos deberíamos recuperar.
Para quienes están versados en la literatura de Ende y en su profundo simbolismo, es evidente que los hombres de gris son en el mundo de los seres humanos la contraparte del otro gran horror de la literatura de nuestro autor: «la Nada» de La Historia Interminable, aquel vacío inenarrable que es símbolo de la pérdida de los sueños y esperanzas de la humanidad y que se manifiesta como destrucción en el mundo de Fantasía. ¿Será acaso el hombre-lobo Gmork, quien dice ser agente de la Nada en el mundo de Fantasía y tener forma de hombre en el mundo de los humanos, precisamente uno de estos «hombres grises» que roban su tiempo vital a las personas?
Aunque de una manera en extremo bella, y literalmente mágica, Michael Ende nos presenta a lo largo de su obra su visión del tiempo y su pérdida por parte de los seres humanos, muchas leyendas y cuentos, así como otras obras de la literatura universal nos han presentado, bajo otras formas y desde otras perspectivas, el tema del tiempo perdido.
No pocas son las historias de hombres que insatisfechos con su vida y conscientes de las cosas que dejaron de hacer, y de las oportunidades y personas que dejaron pasar, terminan por vender su alma al demonio a cambio de recuperar su juventud para poder hacer aquello que nunca hicieron (tan precioso es ese tesoro irrecuperable). El propio Dr. Fausto, de Goethe, aunque no explícitamente en esos términos, posee reminiscencias de esa idea. El tiempo desperdiciado y la insatisfacción están siempre presentes en esas historias, y la enseñanza es la misma: el tiempo es la joya más preciosa.
Y ya para finalizar, puesto que al momento de escribir estas líneas aún estamos en épocas navideñas, quisiera mencionar el tema del tiempo perdido en el clásico de Charles Dickens Canción de Navidad. La historia, que no es otra cosa que el viaje introspectivo de Scrooge a sus recuerdos y a las consecuencias que inconscientemente sabe que han conducido sus acciones pasadas, es guiado por los tres fantasmas de la Navidad, y sobre todo por el primero, a volverse consciente del tiempo que perdió en acumular bienes que nunca disfrutó ni compartió con otros, llevándole al inevitable destino de crear sus propias cadenas invisibles (simbólicas y metafísicas), que lo han de convertir en un alma en pena después de su muerte. En este descenso a sus propios infiernos, Scrooge termina por darse cuenta de lo verdaderamente importante en la vida que dejó escapar y que no puede recuperar, pero es capaz de redimirse, aunque tarde en su vida, y si bien no de recuperar el tiempo perdido, sí de darles un valor humano y moral a los años que le quedan por delante, dedicándolos a la bondad, al altruismo, a su familia y a sus amigos.
Que estas líneas sirvan como una invitación a la reflexión, para que el lector se tome un momento, haga a un lado las prisas del mundo hipermoderno que hemos creado, y vuelva por un instante la mirada a lo esencial, dedicando su tiempo a lo realmente importante, no vaya a ser que después nos lamentemos inconsolablemente por haber perdido la joya más preciosa.
mail: camposquirozmiguel@gmail.com
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