Horror hecho en México: 10 libros imprescindibles de terror
La Llorona, el Charro Negro, la X’tabay… México es un lugar rico en monstruos, donde aún con el canon de las leyendas como base de la literatura hecha en nuestro país, las letras de terror han sido rezagadas mucho tiempo por considerarse algo meramente de nicho, dejando a un lado las posibilidades de la misma.
Ya sea por las redes sociales o porque el terror fuera de los libros supera con creces a cualquier monstruo imaginario, en los últimos años se ha reivindicado a esta literatura justo como eso: una literatura que puede ponerse al tú por tú con lo serio o los best sellers.
No hay mejor manera de pasar este mes que leer y adentrarse en estas letras que nos abren nuevos mundos y que buscan, desde su género, hacer pasar un buen rato y hablarnos de otras realidades.
Nota: Pedro Páramo no está porque más que una obra de fantasmas es una obra con fantasmas.
1.- Cuentos reunidos, de Amparo Dávila
Nuestra gran dama de lo siniestro. Con tan sólo tres libros publicados, Dávila nos habla de la locura y la tensión que se esconde detrás de lo mundano. Con un estilo totalmente único, donde la inquietud es la constante, ya fuera por un huésped sorpresivo de ojos grandes, dos criaturas que llevan a la soledad más absoluta a quien los adopta, o una viejecilla amable que no es lo que aparenta, los cuentos de Dávila producen una sensación de desconcierto que nos acompaña hasta la última página y no nos abandona.
2.- Tiene la noche un árbol, de Guadalupe Dueñas
Detrás de quien se dio a conocer -casi al final de su vida- por sus artículos sobre figuras importantes en la historia de México y manualidades varias, se escondía una escritora muy particular. A medio camino entre el cuento y la poesía, el imaginario de Dueñas era de una rareza por la que nadie había apostado en la literatura mexicana, una donde el gótico convive con la enfermedad creando monstruos que parten de nosotros. Al Roce de la Sombra sigue vigente como una de las cosas más macabras que se han impreso.
3.- Cuentos (Obra completa Vol. 1), de Francisco Tario
Portero, abarrotero, pianista, cinéfilo, empresario… queda claro que Francisco Tario no era una persona muy convencional, lo cual se refleja de manera perfecta en los cuentos que el Fondo de Cultura Económica reunió hace unos años y, en los que dio a conocer a uno de los más grandes de las letras hispanas. Muertos que no lo saben, seres enfermos que escriben en busca de venganza, citas a la medianoche con fantasmas, ataúdes que narran sus desvelos. Sin duda, el imaginario de Tario es uno que asombra en cada renglón.
4.- Cuentos sobrenaturales, de Carlos Fuentes
Bueno, lo fácil hubiera sido poner Aura (quizá el primer momento donde la literatura de terror mexa fue considerada simplemente como gran literatura), pero lo cierto es que Fuentes no se limitó a eso con su terror. A través de su maestría habitual, estos cuentos sobrenaturales nos muestran otra faceta del maestro: desde Dioses con Sed de Sangre, hasta esa atmósfera decadente de La Muñeca Reina. Por medio de sus obras terroríficas, Fuentes logra plasmar una cara de la que no se habla tanto, la del lector culto que también se permitía de vez en cuando divertimentos. Benditos divertimentos.
5.- Mar Negro, de Bernardo Esquinca
Si Rod Serling -creador de La Dimensión Desconocida– hubiera nacido en México, seguro escribiría lo que Esquinca escribe: cuentos donde lo raro se va filtrando poco a poco hasta que sus protagonistas ven que su realidad no era lo que creían. El terror de Esquinca es uno que acecha más allá de mostrarse y del cual sólo vemos sus consecuencias. Escritor genial y prolífico (sus novelas policiacas también son un deleite), en Mar Negro nos abre una puerta a su talento, de donde uno, sale adicto.
6.- Tristes sombras, de Lola Ancira
La más reciente de esta lista. En Tristes sombras encontramos terror, pero no uno que viene de un castillo o una maldición antigua, sino uno que proviene de nuestro lado oscuro. Se trata de 24 historias ambientadas en los legendarios (por temibles) Lecumberri y La Castañeda, donde jamás nos suelta en esta especie de muestrario del delirio y la miseria humana que augura posteridad a su autora.
7.- La ruta del hielo y la sal, de José Luis Zárate
Recientemente reeditada por el Fondo de Cultura Económica, durante mucho tiempo se hablaba de esta breve novela como uno de los secretos mejor guardados de la literatura fantástica mexicana. La maestría y afición de Zárate por el terror y la Sci Fi son legendarios, pero aquí se atreve a algo que parecería impensable y sale triunfante: la historia de aquel barco condenado desde donde Drácula abandona Transilvania para llegar a un nuevo mundo. Narrada por sus tripulantes, es un tributo que se sustenta por sí solo como uno de los mejores exponentes del horror hecho en México.
8.- Los sueños de la Bella Durmiente, de Emiliano González
Nuestro Lovecraft mexicano, también da la casualidad de que ganó el premio Xavier Villaurrutia a los 23 años por este libro donde lo onírico y lo profano se encuentran en una serie de cuentos que muestran el potencial de los viejos mitos en nuestro imaginario actual. Desde poesía hasta escarabajos arcanos, leer a González es leer a alguien que aprendió muy bien la lección de la escuela Lovecraftiana. Del Toro lo ha de amar.
9.- Siete: los mejores relatos de Alberto Chimal, de Alberto Chimal
Promotor incansable de la literatura fantástica y de género, además de uno de los pioneros de ese boom de micro-ficción actual, todo Chimal es recomendable, pero es en sus cuentos donde encontramos a una mente prodigiosa que, a partir de tramas aparentemente normales, nos muestra otra cara de México. En esta recopilación hay fantasía, pero también cuentos como La mujer que camina para atrás, donde el recuerdo del narrador ante un temblor se convierte en un fantasma que no lo abandona y un niño descubre que lo peor de él es la gente. Suena raro, pero es formidable.
10.- Duermevelas, de Adela Fernández y Fernández
Hija del legendario Emilio “El Indio” Fernández, Adela no escribe tanto terror como visiones verdaderamente siniestras. Injustamente olvidada en la actualidad, vale la pena cazar Duermevelas, y conocer a la horda de freaks y espantos que pueblan sus páginas en relatos breves que parecen fábulas que contaría Tim Burton a sus hijos. Si lo anterior no atrapa, baste decir que Gabriel García Márquez consideraba a La jaula de la tía Enedina como uno de los 10 cuentos latinoamericanos que todos deberíamos leer.
Agustín Ortiz joseagustinortiz86@gmail.com
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