La base virreinal de nuestro paisaje musical nacional

LA CAVERNA 

Miguel Campos Quiroz

 

 

La música de México es variopinta, tanto como lo es el propio país. No existe una única expresión musical identitaria, pues existen muchas, y algunas de ellas hoy muy poco conocidas, aun cuando lo que identificamos como nuestra música nacional sea casi siempre en nuestro imaginario popular, sobre todo el mariachi (estilo que identifica a México a nivel mundial), seguida quizá por los huapangos de la región huasteca, la música veracruzana con piezas tradicionales como la Bamba, canciones como «Qué chula es Puebla» o la «China Poblana», la música «prehispánica» acompañada de danzantes (esta última siendo más bien un conjunto de reconstruccionismos nacionalistas creados en su mayoría en el siglo XX, pues la música prehispánica es imposible de conocerse de manera directa, ya que no existe de ella notación escrita, aunque algunos consideran que ciertos ritmos y sonidos han sobrevivido a través de la tradición no escrita de los pueblos), y en los últimos tiempos, hasta la música norteña, la de banda y el corrido, son consideradas como altamente representativas de la cultura popular mexicana. Y, sin embargo, aunque la música mexicana ciertamente es todo eso, es también más, mucho más. 

Cada estilo y cada pieza del gigantesco abanico musical de nuestro país evoca una parte de él, sus diferentes y muy numerosos paisajes, cada uno con su esencia propia e identidad particular. 

Nacionalismos aparte, hablar de música mexicana es hablar de por lo menos dos siglos de vida independiente de este país y de los sonidos producidos en este territorio durante ese tiempo. Pero sería un error si dejáramos fuera de la ecuación los previos trescientos años de organización virreinal novohispana durante los cuales existió una producción musical de manufactura local que refleja su propia época y contexto, y que, como lo fue la música barroca hecha en la Nueva España, lo que nos evoca es un paisaje europeo propio de una época de profunda relación con la Península y que, sin embargo, es música ciento por ciento hecha en América. 

De esta misma época son composiciones musicales sacras, hechas expresamente para ser interpretadas durante los servicios religiosos. Muchas partituras de tales composiciones se conservan, y fueron parte del repertorio de catedrales como la de México o la de Puebla. Incluso, se conservan hasta hoy algunas compuestas por Sor Juana Inés de la Cruz, entre ellas algunos villancicos. Lo que esas melodías nos evocan es sin duda el paisaje devocional y profundamente místico de una época en que la vida cotidiana de la Nueva España era predominantemente regida por la fe.  

Por supuesto, la música profana existió entre el pueblo, una música festiva pletórica de expresiones mestizas que bien podían evocar tanto la tradición de los pueblos originarios en algunas danzas populares, como los paisajes andaluces o las tradiciones del campo español traídas a estas tierras por los conquistadores de ultramar y conservadas por sus descendientes criollos. En nuestros actuales carnavales encontramos muchas de tales mezclas sincréticas, y bien se puede decir que esas manifestaciones populares son la base de nuestra actual música popular mexicana. 

Y si bien en esa época no es posible hablar de música mexicana como tal (pues México no existía como nación en ese momento), no podemos negarles a tales expresiones el derecho de ser consideradas como patrimonio de nuestra cultura nacional, de la misma manera que consideramos como patrimonio mexicano a nuestras joyas arquitectónicas (civiles y religiosas) del barroco novohispano, y que hoy forman parte indiscutible del paisaje de México y de su identidad. 

Los mexicanos somos herederos de un riquísimo repertorio de obras y sonidos compuestos a lo largo de los siglos y del enorme territorio que conforma a esta gran nación, y cada uno de esos sonidos evoca sin duda el alma y el sentir del momento y el lugar en el que fueron creados, es decir, los innumerables paisajes que conforman este gigantesco mosaico que es México. 

 

 

 

camposquirozmiguel@gmail.com 

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