La “contraverdad”
Éricka E. Méndez Ortega
Educarse ilustra
En la actualidad son diversos factores los que desvirtúan la función educativa en México: la falta de planes de estudio acordes a las características académicas de los estudiantes, el nivel ínfimo de conocimiento de los alumnos, el abandono de los padres de familia en la formación de sus hijos, el hartazgo de los docentes ante la aciaga práctica administrativa que nada tiene que ver con la función propia del maestro, la falta de un proyecto educativo de continuidad que cambia cada sexenio. Y todavía le anexamos lo de hoy: la “contraverdad”, la desinformación.
Si la falsedad de un conocimiento logra confundir a muchos adultos, cuanto más a las personas en edad escolar, quienes no actúan con responsabilidad al navegar en las redes sociales a causa del poco conocimiento que poseen para distinguir entre verdad y mentira.
Este asunto pareciera carecer de importancia; sin embargo, se torna cada vez más perniciosa la situación para el sector más vulnerable de la sociedad, los adolescentes, pues son los que más expuestos están a esta adicción debido a que carecen de los elementos para distinguir la información falsa que se comparte con la intención de causar daño a un congénere, y la información errónea que no daña pero desinforma.
Tomando en cuenta que los factores esenciales de las redes sociales son la rapidez y el número de personas que hacemos uso de ellas, es verdaderamente fácil la manera impulsiva de compartir contenidos sin verificar su veracidad.
Lo anterior nos lleva a confirmar que la mejor forma de enseñar a detectar esos contenidos falsos es fomentando el pensamiento crítico, analítico, lógico, reflexivo, creativo, deliberativo, analógico que todo individuo necesita para evitar caer en las falacias que pululan en las redes de información/desinformación.
La tarea de cultivar este pensamiento la tiene, en gran medida, la educación. Por lo tanto, no es una entelequia aventurarse a pensar que desde las escuelas se puede guiar a los estudiantes a través del fomento a la lectura, creando círculos de estudio y de lectura que les permitan no caer en universos falsos para evitar que el estudiante crea, por ejemplo, que El Quijote es una novela chistosa, que la tierra tal vez sí sea plana, que a Blanca nieves la violaron los siete enanos, que los juegos-retos que atentan contra su vida son divertidos… por mencionar algunos.
Este escenario sería muy diferente si en lugar de un celular, los estudiantes y los maestros tuvieran en sus manos un libro. Porque debemos considerar que el maestro es ejemplo para sus alumnos y tiene la labor de acompañar a los adolescentes por el sendero donde los valores estén presentes en su vida diaria.
Un individuo formado en la gratitud, el respeto, el amor, la equidad, la solidaridad, difícilmente hará uso irresponsable de las redes sociales para buscar información contaminada que vaya en contra de la ética y el valor moral que debe observar. Y siempre evitará compartir información que, de antemano, sabe que puede ser perjudicial. Menudo reto tiene la educación en México.
eryelmeor@gmail.com
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