La enfermedad del racismo se llama: “genocidio”
“En 1889, París festejó, con una gran
exposición internacional, los cien años
de la revolución francesa. Argentina
envió una variada muestra de frutos del país.
Entre otros, mandó una familia de indios de
la Tierra del Fuego. Eran once indios Onas,
ejemplares raros, una especie en extinción:
…
dos murieron en el viaje. Los sobrevivientes
fueron exhibidos en una jaula de hierro.
Durante los primeros días, no les dieron
nada de comer. Los indios aullaban de hambre…
Así fueron celebrados los primeros cien años
de la Declaración de los Derechos del Hombre.”
Eduardo Galeano
La historia del mundo es la historia del racismo, no se puede comprender la historia de la humanidad sin estas luchas eternas entre diversas razas de seres humanos. La pretensión de justificar la existencia de razas superiores ha sido recurrente en cientos de años, simplemente basta con recordar que la última guerra en el mundo con mayor número de muertes que se suscitó en el siglo XX, en parte, tuvo como justificación un problema de racismo y fue: la segunda guerra mundial, que dejó setenta millones de muertos, a decir de las estadísticas oficiales, y algo así como entre tres y seis millones de judíos muertos.
Y lo que la historia pretende olvidar es que Hitler, para justificar los campos de concentración, y sobre todo el exterminio judío, al que se denominó como “la solución final”, se escudó en otro suceso, también vivido en Europa a principios del siglo XX, concretamente en Turquía, que se estaba conformando como nación y que consistió en el genocidio armenio. En éste los turcos musulmanes se encargaron de matar aproximadamente entre dos y cuatro millones de armenios. Es célebre esa leyenda que refiere que Hitler, para justificar la solución final, sostuvo: “¿y quién recuerda el genocidio armenio?”, es decir, no sucedió absolutamente nada al respecto de los responsables de esa barbarie, es más, aun el gobierno turco en estas fechas sigue negando esos lamentables sucesos.
Si de racismo hablamos, esto no es todo, siempre ha sido una constante en Europa, como lo sucedido en los Balcanes en los finales del siglo XX (1995), en la ciudad de nombre impronunciable de Srebrenica, en donde murieron 8 mil musulmanes bosnios, todos hombres, encabezado ese genocidio por “el carnicero de los Balcanes”, el general serbiobosnio Ratko Mladic, que después se hizo pasar por ciudadano de pie, hasta que fue detenido.
Si bien este genocidio fue sobre hombres, faltaba apuntar lo que sucedió con el genocidio en Ruanda, África, en 1994, donde fueron violadas entre 250,000 a 500,000 mujeres tutsis, y al final murieron aproximadamente un millón de personas.
Pero, si nos vamos más atrás en el tiempo, desde que se descubrió América, que por cierto, hoy está de moda decir que se “invadió” América, resulta que murieron en las guerras de la conquista, a decir de los historiadores y de las pocas señas que se tienen del número de personas que vivían en este continente, aproximadamente 50 millones de personas. Es más, no debe perderse de vista el debate que se dio en el siglo XVI, respecto a que si los nativos de estas tierras contaban con alma o no contaban con ella, entre Gines de Sepúlveda, que sostenía que no, y Bartolomé de las Casas, con quien por cierto esta nación mexicana tiene una deuda histórica, pues resulta que, al ser sacerdote, la historia oficial, es decir la construida por el Estado, a partir de la independencia y el transcurso del siglo XIX a la fecha, se ha olvidado de él. Basta leer alguno de sus libros como para tener una idea de lo despiadado y escalofriante que fueron los momentos de la conquista, y de que, dicho sea de paso, aun siendo sacerdote, Bartolomé de las Casas justificó los sacrificios humanos que se vivían en este nuevo mundo. Y aun hay más experiencias por recordar, como que en la época de la colonia española a los “negros cimarrones”, que eran esclavos provenientes de África, si se escapaban y eran posteriormente capturados, se les aplicaba “doble pena de muerte”.
El racismo sigue siendo en el extremo la causa de los genocidios, el racismo sigue vivo. Desde luego que han avanzado los derechos de mujeres y hombres de las diversas razas, porque se ha luchado por ellos, lo cual es una muestra más de que los derechos “humanos” no se originan por concesiones graciosas de los Estados, ni tampoco son muy “naturales”; nacen y se institucionalizan por las luchas de tantas mujeres y hombres que han vivido estos escalofriantes momentos. Pero el racismo verdaderamente subsiste, incluso en la cultura de cada uno de nosotros, y parte de lo más elemental, como es el trato despectivo hacia quien es moreno o morena, amarillo o amarilla, negro o negra, y por ello, se les pasa a donde no se vean, o no se les contrata, se les da un trato despectivo, o de plano, no se les permite entrar a un determinado sitio. Con esos pequeños detalles se provocan los grandes genocidios. Por ello el racismo no es propiamente una cuestión solamente de derechos, es una cuestión cultural y que en los últimos años en esta globalización se ha incrementado, porque los que sí pueden circular libremente por todo el mundo son el dinero y las mercancías, pero no las personas, menos las que culturalmente se siguen considerando como de razas inferiores.
Silvino Vergara Nava
(Web: parmenasradio.org)
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