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La fuerza del cariño

Shirley MacLaine ha sido alguien difícil de encasillar. “La fuerza del cariño”, cinta que le dio su tan esquivo Óscar, también lo es aun cuando la gente hoy olvide esta obra maestra que en su día se convirtió en una de las películas más emblemáticas de su estrella y del siglo XX. Aunque casi nadie se acuerde. 

I 

Actriz, bailarina, ardientemente liberal, única mujer a la cual Frank Sinatra consideró digna de pertenecer al cool y talentoso Rat pack, cuñada fugaz de medio Hollywood durante tres décadas (su hermano es el seductor y divo Warren Beatty), rostro angelical que sirvió tanto a Billy Wilder, protagonista de la genial (y patética y tierna y cómica…) El apartamento (1960), como al coreógrafo Bob Fosse en su fantástico debut Dulce Caridad (1969), promotora incansable del New Age desde tiempos donde nadie sabía qué era exactamente eso, mentora de Julia Roberts y templete de donde parten actrices como Anne Hathaway, Amy Adams y cualquiera cuya especialidad sea la chica tierna que detrás de su sonrisa esconde un tigre. 

Shirl the girl. 

O mejor aún, la única Shirley MacLaine. 

II 

Y ya madura, después de dos décadas donde discretamente forjó una de las filmografías más deslumbrantes de su generación (que seguro provoca la envidia de su ex mejor amiga Barbra Streisand), MacLaine se encontró con que más que estrella ya era solamente un personaje, uno que provocaba miradas y murmullos tanto con su devoción por la espiritualidad (misma que la llevó a afirmar que había vivido en la Atlantida), como por su conflictivo matrimonio abierto con Steve Parker, al mismo tiempo que esa estrella que la había guiado le había fallado con el estreno de A change of seasons (1980), quizá el primer gran fracaso de su carrera. 

Rehusándose a ser una chica de ayer, Shirley decidió aceptar protagonizar una película pequeña, una escrita por un exitoso productor de televisión pero que lejos de la vistosidad se enfocaba en narrar algo más mundano, algo a lo que claramente no estaba acostumbrada y respecto a lo que, si bien el libro en el que se basaba había sido un best seller, no eran muchos los que auguraban el mismo resultado para la pantalla grande. 

¿El nombre de ese guion?  

La fuerza del cariño. 

III 

Y más que ser una historia sobre madres e hijas, La fuerza del cariño es una historia de mujeres; las que aman, las que pierden, las que son heroicas, las que son juzgadas… La mirada de James L. Brooks (Genio detrás de Taxi, Cheers y de ese éxito en el cual él fue el único que creyó desde el principio llamado Los Simpsons) nos aleja de esa pirotecnia que caracterizó a la década de los 80 para narrar una agridulce historia donde el ojo está puesto en la intimidad, más que en el drama, una que no sería nada sin el rostro de MacLaine. 

Su Aurora podría haber sido un cliché: viuda, controladora y conservadora que no puede entender cómo esa hija que tanto amó (encarnada por una magnífica Debra Winger, con quien, dicho sea de paso, se llevó fatal en el rodaje, a tal grado que a la fecha no se pueden ver ni en pintura) le haya fallado tanto, mientras que se resiste a los coqueteos de su liberal y excéntrico vecino (un impagable Jack Nicholson), pero en manos de MacLaine su Aurora no deja de asombrar a lo largo de dos horas por su entereza y devoción: una mujer que debe rehacer su vida al mismo tiempo que debe resolverla, es algo que suena fácil pero no lo es, y eso es lo que precisamente entiende MacLaine de su personaje, no dejándola caer en el melodrama barato que ha nutrido cientos de cintas de premisa similar para hacer algo más lógico, pero en lo que muchas veces Hollywood olvida: convertirla en la heroína de su propia vida. 

IV 

En su estreno La fuerza del cariño se convirtió en un éxito en taquilla que arrasó en los Óscar, ganando las categorías de mejor guión adaptado, director, película y el tan esquivo (5 nominaciones después) Óscar para su genial protagonista. Hoy casi nadie la recuerda ni a ella ni a su protagonista (quien posteriormente representaría una situación familiar con su hija, muy parecida a la que retrató), pero quien decida revisitarla estará ante una de las comedias más humanas e inteligentes que nos ha dado Hollywood. 

Una genialidad. 

Una grande. 

Única. 

Como Shirley MacLaine. 

 

 

Agustín Ortiz 

joseagustinortiz86@gmail.com

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