La picota medieval: entre monumentos y anti-monumentos

SOCIOLOGÍA DE LA SUPERVIVENCIA 

Silvino Vergara Nava 

 

 

“Picota.- Rollo o columna de piedra o 

 de fábrica, que había a la entrada  

de algunos lugares, donde se  

exponían públicamente las  

cabezas de los ajusticiados,  

o los reos.” 

 

 

En estos tiempos de la pos-modernidad hemos recibido como herencia de la pre-modernidad los monumentos, que son aquellas estructuras que se construyen para enaltecer algo o a alguien en una población, instalados en los lugares más vistosos, en las plazas públicas, en la entrada de las ciudades, para que con ello se forje la historia monumental de ese lugar. 

En los tiempos de la modernidad, particularmente, con la formación de los países de América Latina, se constituyeron monumentos, mucho de ellos, en las plazas públicas, estatuas de quienes lucharon por la independencia de nuestros países, aunque se ha descubierto por la historia que algunos de estos personajes nunca supieron por qué razones lucharon, o qué resultó, finalmente, de sus batallas, de sus luchas, sacrificios y de sus vidas. 

En la historia de México hay que recordar que no fue hasta el gobierno de Maximiliano de Hasburgo cuando se buscó enaltecer la figura de quienes pelearon en las guerras de independencia. Basta con considerar que la imagen que tenemos de Miguel Hidalgo es descrita por la población de la región de Hidalgo para un pintor de la época de Maximiliano. Si Miguel Hidalgo murió en 1811 y asumió el gobierno mexicano Maximiliano en 1863, esto significa que pasaron por lo menos 52 años de la gesta histórica de Hidalgo a la fecha en que se estaba investigando cómo fue el rostro del sacerdote Miguel Hidalgo. 

Pero esos esfuerzos de indagar sobre la imagen de Hidalgo son parte de la historia monumental de nuestra nación, es decir, la historia que se va forjando por los gobiernos sobre una determinada nación, y, por lo menos aquí en la región de América Latina, esto resultó sustancial, debido a la división que se conformó con nuestros países, que más que una división natural atendiendo a razas o culturas, en realidad fue una división política; consideremos lo que sucedió con Colombia o la Gran Colombia, que de contar con lo que ahora son los territorios de Venezuela, Panamá, Colombia y Ecuador, se fueron segmentando y era la necesidad de hacer su propia historia, que en parte fue con la conformación y construcción de esos monumentos, es decir de ir forjando su historia monumental. 

Pero, en estos tiempos de contrastes, que es la pos-modernidad, resulta que adicionalmente a esos monumentos, contamos con los denominados “anti-monumentos”, que consisten en la construcción de alguna estatua, o algo similar que, por la propia sociedad civil, se instala en los lugares emblemáticos de alguna ciudad, como para dejar huella del rechazo sobre algún suceso que se llevó a cabo y que el Estado no pudo resolver, o bien, que no ha tenido intenciones de resolver. 

Así, en la Ciudad de México se han edificado varios anti-monumentos, como es el caso de aquel que se construyó en el emblemático Paseo de la Reforma, por los hechos tan lamentables en la guardería del Estado de Sonora con la muerte de los infantes en ese local. 

Pero, en aquellos tiempos de la independencia de México, resulta que, como lo dicta la historia, se encendió el territorio de lo que fue la Nueva España, por lo que la gente salió a las calles y a las plazas públicas, y una forma de demostrar su rechazo a lo que se denomina como “el antiguo régimen”, fue derrumbar con lujo de violencia las picotas de las plazas públicas; hoy no hay picotas en ningún zócalo de las principales ciudades de nuestra nación, porque fueron arrasadas en esos tiempos de rebelión. 

Así, las picotas, estos monumentos que se habían instalado en los zócalos de las ciudades, en las plazas públicas de toda América Latina, tenían origen milenario y fueron destruidas por la población, debido a que eran una muestra de la arbitrariedad gubernamental. 

Las picotas, pilas de piedra, adornadas con grecas, que en su parte superior contaban con aldabas para poder poner cuerdas y colgar o sujetar algo, allí se colocaban vivos a los asaltantes de caminos, a los ladrones de animales, ése era su castigo, estar sujetos durante el transcurso del día en la picota; ya en situaciones graves, colgaban los cuerpos de aquellos a quienes se les aplicaba la pena de muerte, que si bien era con la horca, posteriormente, se dejaba el cuerpo en la picota por una semana, para que la población lo pudiera observar y fuera una forma de ejemplificar y de castigar a la población, pues en el inconsciente, al observar el cuerpo, se deduce fácilmente lo que puede pasar si se comete el mismo delito que el que llevó a cabo  aquella persona ya colgada, por eso es que, la picota era un monumento del poder político en aquellos tiempos de la pre-modernidad. 

Desde luego, hoy no existen más las picotas en las poblaciones de nuestra nación; no obstante, subsiste una en la ciudad de Tepeaca, Puebla, y han quedado abolidos esos monumentos a la arbitrariedad, ya que se encuentran prohibidas las penas inhumanas en nuestra Constitución, pero forman parte de nuestra historia, entre monumentos y anti-monumentos.

 

 

(Web: parmenasradio.org) 

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