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La vida secreta de Walter Mitty: la importancia de un mundo propio

Hablar de Ben Stiller es hablar de alguien inclasificable: egresado de Saturday Night Live y ganador de un premio Emmy por esa maravilla satírica que fue The Ben Stiller Show, en algún momento parecía que se convertiría en la gran figura de la comedia norteamericana con un estilo a medio camino entre la neurosis y el desconcierto.

Pero no: después de un prometedor inicio en el cine, de la mano de directores  como Steven Spielberg o David O’Russell, así como debutando en la Dirección con la entrañable y noventera La dura realidad, Stiller dio el salto a Hollywood triunfando  gracias a cintas como Loco por Mary, La familia de mi novia y muy especialmente Zoolander, donde siempre a medio camino entre lo bobalicón y lo desconcertado se convirtió en la sátira perfecta del americano post 9-11, ese que necesitaba reír al mismo tiempo que no entendía qué estaba pasando.

Creo que Stiller tampoco.

Cuesta mucho dejar la cumbre, dejar la vida pública para concentrarse en la vida privada, y todo indica que Stiller lo logró: disminuyendo su ritmo de trabajo, la presencia del actor y director en la gran pantalla empezó a volverse cada vez menos frecuente. Pero, lejos de las leyendas turbias que acompañan el alejamiento de Mike Myers o el enigma de Greta Garbo, lo de Stiller parece ser el caso de un sujeto que prefirió ser simplemente alguien conocido antes que ser famoso, una de esas estrellas que llenan revistas con sus polémicas.

Y en medio de eso, alumbró una obra maestra tan peculiar como él.

La vida secreta de Walter Mitty, penúltima cinta de Stiller como Director y remake de la cinta homónima de 1947, parte de uno de los relatos más entrañables de James Thurber (humorista excelso especialista en satirizar a Norteamérica con un ojo en el ridículo y otro siempre en el corazón) que en 1939, época en la cual Norteamérica se encargaba de intervenir en la Segunda Guerra Mundial, hablaba de la imaginación ya no como un escapismo sino como una necesidad del ser humano por tener su propio Edén.

Walter Mitty es alguien… no mediocre pero sí frustrado: por su nula vida amorosa, por su deprimente trabajo, por su terrible jefe y por no poder ser el aguerrido explorador que siempre deseó ser; sin nada que perder, Walter se refugia en un mundo de fantasía donde al no tener límites no tiene miedos y menos el de encontrarse a sí mismo.

Ya sea explorando o viviendo aventuras por demás heroicas, lo que Mitty en realidad logra es concederse todas las posibilidades para en el mundo real redefinirse no como alguien mejor sino como alguien más consciente de la importancia de su voz y su ser.

Stiller sigue en firme, cada vez más esporádico en la gran pantalla, pero tranquilo, sonriendo ocasionalmente a las cámaras con una sonrisa desconcertada, aunque, también, con una muy feliz de ser así.

 

Agustín Ortiz

joseagustinortiz86@gmail.com

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