Las luchas silenciosas para defender nuestras raíces

“Exhortamos a ustedes a buscar 

 un lugar fuera de nuestro Centro  

Histórico (Oaxaca) para ubicar 

 su franquicia, su comprensión 

 puede señalar un gesto de buena voluntad 

 y sensibilidad hacia el patrimonio  

cultural de los pueblos.” 

 

Francisco Toledo 

Carta a Mc. Donald’s 

21 de octubre de 2002 

 

 

 

Bolivia: único país de América del Sur sin McDonald’s 

 

“Aquí todavía no compartimos la  

torpeza que se ve en el cine norteamericano 

 de comprar consomé en vaso de plástico 

 y seguir trabajando frente a la  

computadora mientras te alimentas.” 

 

Reporte de El País 

21 de diciembre de 2011 

 

 

La historia de América latina está llena de esas denominadas “luchas silenciosas” para defender nuestras costumbres, religión, gastronomía, festividades, cultura, hábitos; en resumen, nuestras raíces. Es muy claro que somos resultado de una mezcla de costumbres y tradiciones que se suscitaron con la conquista y después con los 300 años de la colonia. 

No se trata solamente de esas “luchas silenciosas”, como la emblemática que enfrentó hace 20 años el pintor oaxaqueño Francisco Toledo para evitar que se instalara un restaurante de comida rápida en el centro histórico de Oaxaca, ni esa ausencia de compatibilidad de la población con la comida rápida que se presentó en Bolivia, para que las siete sucursales de ese restaurante de comida rápida se expandieran en ese territorio de Sudamérica. Hay una gran cantidad de “luchas silenciosas” al respecto. 

Se dice que son “luchas silenciosas” aquellas que se enfrentan por la población, por las agrupaciones de los ciudadanos de pie, para defender sus derechos, su cultura, sus tradiciones, sin que se haga uso de la violencia, manifestaciones estériles, etc., sino que se trata de hacerlo de la forma más adecuada y civilizada en la post-modernidad que nos corresponde, ejerciendo nuestros derechos en los tribunales, el ejercicio del derecho de petición, acudiendo con documentos de protesta, que en muchas ocasiones funcionan a pesar de que se considere que son poco atractivos para los medios de comunicación. Pero, finalmente, sí funcionan. A veces, más que sólo serie de rebeliones y manifestaciones que no llevan a nada, salvo a un domingo de insolación para los que se suman de forma voluntaria a movimientos que sí pretenden hacerse sentir, deben de ir aparejadas de “las luchas silenciosas”, es decir, del ejercicio del derecho de petición, de formular quejas y hacer mover a los tribunales, de lo contrario, de nada sirven. 

Ésta es la tarea que se tiene en muchas de las trincheras que existen para defender nuestros derechos, pero sobre todo nuestras raíces, que no es propia de América Latina, sino que corresponde a muchas culturas en el mundo que han ido perdiendo sus propias raíces. Es emblemático lo que ha sucedido, poco a poco, por ejemplo, en Canadá, donde han cerrado las iglesias de diversos cultos religiosos y, debido a las construcciones y sus diseños, se han convertido en restaurantes, pubs y hoteles boutique. Una muestra de la ausencia de defensa a la cultura, religión, tradiciones que muchas de las ocasiones se van perdiendo por la falta de atención a las nuevas generaciones. 

Otra evidencia de ese desinterés es la batalla, casi pedida, de la tauromaquia, que se ha prohibido en muchos lugares del mundo; en Cataluña, más por el interés de independizarse de España que por otra razón más de fondo. En otros países como Colombia y México, por la ausencia de atención a nuestras generaciones nuevas, muchas de las cuales han crecido a su suerte y no valoran las tradiciones de sus antecesores. 

Ese desinterés a nuestras generaciones jóvenes es el caso dramático en El Salvador, donde se encuentra un problema muy grave de grupos de pandilleros, que se originó desde la década de los ochenta del siglo XX, cuando, por necesidad, los padres tuvieron que migrar al norte y los hijos se quedaron con los parientes, los abuelos o bien a la deriva; de esa forma, sin asistencia paterna fueron creciendo y con ello se degeneró en ese pandillerismo que hoy pareciera incontrolable. 

Hay otra forma de defender nuestras raíces: haciéndolas propias de las generaciones jóvenes, mostrándoles la riqueza de ellas, cuando el mundo globalizado lo que requiere es un ciudadano universal, con los mismos gustos, inquietudes, y sobre todo con el mismo perfil de consumo, para que todos consumamos los pantalones de mezclilla, los vestidos de moda, los celulares de vanguardia, y contemos con el mismo perfil físico que aparece en los medios de comunicación. Por ello, hay muchas “luchas silenciosas” que se deben de continuar. 

 

 

Silvino Vergara Nava 

 (Web: parmenasradio.org) 

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