Los niños y la cultura
El mundo de los adultos a menudo coloca sus esperanzas y fe en, a decir de Juan Manuel Serrat, esos locos bajitos que andan curioseando por el mundo y que integran la esfera social de los niños y, por supuesto, de las niñas. Ese mundo que está pletórico de ilusiones, sueños, imaginación, felicidad, historias increíbles, juegos e inocencia. Es precisamente en esta etapa cuando el ser humano es capaz de aprender y almacenar en su memoria un sinfín de conocimientos que sentarán las bases para su vida futura.
Por lo anterior, es imprescindible acercar la cultura a los niños en cualquiera de sus formas, ya que les aporta múltiples beneficios, pues no sólo se educa la mirada y la estética, sino que la percepción del mundo -y de su mundo- adquiere diversas formas. Les permite interpretar la realidad desde múltiples aristas y a expresarse a través de distintos lenguajes que no son precisamente verbales.
Una de las primeras estrategias que podemos poner en práctica, tanto padres como maestros de los infantes, es introducir la cultura a partir del universo de los libros. Desde que el pequeño ser habita el vientre de su madre hasta que la vida lo pide de vuelta a otra dimensión, el ser humano debe de estar en contacto con la lectura para evitar el error garrafal de pensar y decir, por ejemplo, que la novela que marcó el ámbito literario de la época renacentista fue Crepúsculo y no Don Quijote de la Mancha, como sucedió en cierta ocasión con uno de mis alumnos, quien evidentemente no gusta de la lectura.
Con esto podemos comprobar entonces que los niños sí necesitan tener una cultura amplia respecto al mundo que les rodea y del que son parte porque, como lo expresó Jean Piaget: a medida que el niño explora de manera independiente su mundo físico y social, construye conocimiento. Este proceso se desarrolla en el interior del individuo y es gobernado por él mismo.
Si bien ahora la gente joven tiene fácil acceso a todo tipo de información mediante sus aparatos móviles, se puede aprovechar esta herramienta para que los niños entren a las páginas que ofrecen visitas virtuales a museos, conciertos, juegos de cultura general, obras de teatro, danza y un interminable etcétera de oportunidades, potenciando así las aptitudes necesarias para el desarrollo del buen gusto cultural y artístico.
Ante este panorama las instituciones educativas se convierten en punta de lanza para fomentar el aprendizaje in situ, dado que es la mejor manera que los niños y, en general, todas las personas tenemos para disfrutar lo que aprendemos, hacer nuestro ese conocimiento mediante el contacto frecuente con escenarios que ofrezcan cultura.
Bien dice aquella frase de: la palabra conmueve, el ejemplo arrastra; entonces seamos los adultos quienes demos a los más pequeños el ejemplo de cultivar nuestro espíritu a través de la cultura, dado que esta disciplina tiene que ver con el desarrollo de las facultades intelectuales de todo individuo y es sinónimo de civilización y progreso. Si en las manos de los niños de ahora estará el país de mañana, entonces abonemos y cultivemos lo que queremos cosechar.
Éricka E. Méndez Ortega
eryelmeor@gmail.com
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