“Los pasos de López”

Pocas cosas se comparan con la satisfacción de haber cumplido un deber, de haber llegado a una meta o de haber cubierto un compromiso. Igual, pocas cosas causan tanta emoción y tal placer, como concluir la lectura de un buen libro.

Así, puedo decir orgulloso que ¡al fin! concluí la lectura de la novela “Los pasos de López”  (Editorial Océano, 1982), la extraordinaria y cáustica visión de Jorge Ibargüengoitia, su autor, sobre el movimiento de Independencia, y especialmente en torno a la controvertida figura del cura Miguel Hidalgo y Costilla y el grupo que lo rodeó y lo apoyó en la ingente “aventura” criolla de enfrentar al padre, al hermano mayor, que era el imperio de España.

Huelga decir que haber leído, por fin, esta extraordinaria y estrafalaria historia me trajo una especie de estado de gracia, de placer, y consecuentemente una agradable tranquilidad mental y emocional, porque además me permitió adentrarme en la personalidad de esos singulares seres y compartir lo que de humanos tuvieron, quizá de demasiado humanos, tanto como cualquier persona, sólo que con un carácter diferente, decidido y aferrado.

Adquirí esta novela el mismo año de su lanzamiento, en 1982, y no la había leído. Fue de esas cosas que nos hacen adquirir libros porque nos los recomiendan, o sus autores están de moda, pero luego, al abrirlos, no nos llaman la atención. Y tal me pasó con esta novela. La tuve recluida  durante cuatro décadas, hasta ahora cuando, en ocasión del advenimiento de septiembre, mes de la patria, decidí leerla. Y para mi sorpresa, me atrapó su trama y su tono sarcástico, pero también el modo en que Ibargüengoitia retrata la humanidad de un grupo de personas que la historia se ha encargado de mitificar convirtiéndolas casi en santos, si no es que en dioses.

Pero, según la novela, no tuvieron nada de estas dos virtudes.

Por eso merece ser leída, para entender mejor el movimiento independentista, para comprender las reuniones clandestinas disfrazadas de tertulias, el juego de traiciones, las estrategias de los insurgentes, la reacción de los soldados realistas, la descripción de las batallas, las intenciones de quienes buscaban crear una nueva nación, etc.

Y mientras tanto, el lector se pregunta a cada rato quién es el tal López, y por qué la novela se llama así. No lo sabrá hasta el final.

El narrador, militar criollo integrante del grupo iniciador del movimiento, sobrevive a las detenciones y fusilamientos de los principales jefes insurgente (hechos de todos conocidos), gracias a que casi al final toma otro camino, separándose del cura  Domingo Periñón, quien no es otro que el cura Hidalgo, y gracias a ello, pasados muchos años cuenta la historia, de lo cual se vale Ibargüengoitia para a su vez armar esta gran novela.

Léanla, la recomiendo, y logren tras leerla esa paz mental y esa satisfacción que nos deja la lectura de un buen libro. Y en este caso no es una mera frase: nos queda la tranquilidad de haber conocido una parte de lo humano que fueron los héroes que iniciaron el movimiento insurgente, y eso ayuda a entender y aceptar mejor el porqué de su acción y de sus muertes. Además, otro buen motivo es que se trata de una amena novela, y por su tema, muy apropiada para este mes de septiembre patrio.

 

Miguel Campos Ramos

camposramos@outlook.es

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