Mamita querida: una madre no tan a toda madre

I 

Cuando hablamos de biopics, generalmente sabemos, desde el principio, cuál es la fórmula: la historia de alguien real que lucha contra la adversidad triunfando a base de su talento y bondad al mismo tiempo que cambia para bien a la humanidad. 

Pero no todas son así. 

Porque existe una que se encargó no sólo de cambiar y ridiculizar para siempre el legado de una actriz anteriormente amada, sino que también destrozó la carrera, hasta ese entonces, perfecta de su protagonista. 

La biopic más maldita de todas. 

Mamita querida. 

II 

Si bien siempre estuvo envuelta en polémicas dentro de su vida privada y conflictos con estrellas (su enemistad con Bette Davis es aún legendaria) y directores, Joan Crawford era una de las estrellas más queridas dentro del Hollywood clásico: ganadora de un óscar por Mildred Pierce, mentora de un joven Steven Spielberg y elegante figura que se codeaba con lo más selecto del Jetset, lo cierto es que el nombre de Crawford inspiraba un respeto que fue destrozado cuando su hija adoptiva Cristina publicó la memoria Mamita querida. 

Después de haber sido desheredada al morir su madre, la publicación del libro marcó un antes y un después de las memorias de famosos o sus allegados: lejos del glamour que todos pensaban, lo que aquí se narraba era el infierno de Cristina al ser criada por alguien sumamente disfuncional que alternaba la violencia psicológica con recordatorios constantes de lo agradecida que debía ser con ella. 

El escándalo provocado causó que el nombre de Crawford se convirtiera en sinónimo de locura, algo bastante lejano a esos tiempos cuando su sola mención bastaba para invocar una era dorada de Hollywood. 

Y fue precisamente el cine que consagró a Crawford, ese Hollywood que tanto le había dado, el que  se encargó de sepultar su reputación. 

Porque no existe nada mejor que el show. 

III 

Cuando Faye Dunaway aceptó interpretar a Crawford en la cinta de 1981 basada en dicha memoria, venía de unos años 70 que la habían consagrado como la actriz: Chinatown, el caso Thomas Crown, y el óscar por Network, la habían consagrado como una estrella que mezclaba lo mejor del nuevo y el viejo Hollywood. 

Intepretar a Crawford era un reto para Dunaway: tomar a esta figura y de una u otra forma redimir a una de sus heroínas, al mismo tiempo que se consagraría como una de las grandes actrices de toda la historia. 

El resultado no pudo ser peor. 

Dirigida por un novato Frank Perry, la cinta abordaba lo narrado por Cristina de una manera exagerada que bordeaba el camp y la comedia involuntaria, convirtiendo a Crawford en un ente histriónico perverso donde cada abuso era tratado como si fuera una parodia; lo que iba a ser una consagración se convirtió en un fracaso económico mayúsculo, al mismo tiempo que se encargaba de convertir tanto a Crawford como a Dunaway en un hazmerreír que cambiaría su fortuna: ninguna jamás volvió a ser tomada en serio, convirtiéndose en leyendas más por sus polémicas que por el talento que hizo al público enamorarse de ellas. 

IV 

Norma Bates, Eleanor Iselin, Margaret White… el cine ha usado la figura de la mala madre a lo largo de su historia, pero ninguna le ha llegado a los talones a la Joan Crawford de Mamita querida. 

Ganó la leyenda, perdió la actriz. 

 

 

Agustín Ortiz 

joseagustinortiz86@gmail.com

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