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Museo de los sutras: biblioteca del monasterio tibetano de Sakya

Fotografía: Pergaminos de la biblioteca del Monasterio de Sakya en el Tíbet. Colección: “Di monastero: Sakya” Revista italiana de turismo cultural. Febrero 2021.

 

En Sakya, Tíbet, se encuentra una monumental colección de rollos de papiro (sutras) escritos a mano en idiomas sánscrito, mongol y chino. Textos que refieren las enseñanzas de Buda, filosofía oriental, ópera, medicina tradicional, geología, explicaciones naturalistas, entre una multiplicidad de conocimientos y olvidadas ciencias que prevalecen en la memoria del papel y las altísimas estanterías. Esta antiquísima biblioteca es flanqueada por los corredores, exuberantes jardines, comedor, cocina y oratorios del monasterio que descansa en las colinas tibetanas de Sakya.

Reconocer la constante búsqueda de la felicidad, entender el deseo y la aversión como fuentes de sufrimiento, observar a la conciencia plena de nuestra existencia y del entorno como un solo cuerpo en constante flujo, practicar la no violencia y la paz mental, son quizá los preceptos fundamentales de aquello que en esos rollos se encuentra escrito. Habitar el presente, saber callar, observar nuestras emociones, la no acción, la contemplación y la sabia conducción de la vida están plasmadas con milenaria tinta entre esos cajones monásticos.

Siddharta Gautama (Buda) no escribió una sola palabra, fueron sus discípulos, los primeros monjes en preservar esta tradición y promulgar el estilo de vida que en la actualidad se opone diametralmente al modus vivendi del mundo occidental: prisa, egoísmo, envidia, estrés, ansiedad, avaricia, gula, pereza, lujuria y procrastinación.

En la tradición escrita en los libros vedas, la no intervención del ser humano en los procesos naturales, la flexibilidad mental y el arte de la quietud se ponen de manifiesto y han trascendido el tiempo y el espacio; nuestras sociedades americanas han incorporado poco a poco las prácticas de la ideología oriental a través de la meditación, el yoga, el ahora llamado mindfulness, el veganismo y demás elementos incorporados a nuestra cultura de consumo. Sin embargo, muchas de estas prácticas han recaído en el cliché y, por desgracia, distan mucho de una disciplina genuina para aprender a calmar la mente. Que se ponga de moda meditar o hacer yoga, en poco o nada ayudará a revertir los vicios de la posmodernidad, por el contrario, sólo introduce otros productos de consumo.

Para explicar mejor lo anterior me apoyo en las palabras de S.S. el Dalai Lama: “La meditación es una forma de vida, una manera de habitar el mundo, es una práctica constante que no depende de si se tienen o no las condiciones habitualmente conocidas para hacerlo”. El guía espiritual quiere decir con esto que la meditación y lo que ello conlleva deben ser una forma de estar en la realidad y no una moda que se asemeje a un deporte o un juego.

A su vez, el monje Yongey Mingyur Rinpoche, maestro tibetano del linaje de Karma Kagyu y Nyingma, asume que la práctica de la meditación tiene como principal objetivo la conciencia plena a través de la calma de la monkey mind (mente de mono) que brinca de rama en rama (de pensamiento en pensamiento) y que no se sacia, lo que genera angustia, estrés y ansiedad. Por el contrario, al “apaciguar al mono”, éste tendrá una mayor claridad para plantear y resolver problemas de la vida cotidiana.

Aunque han pasado casi tres mil años desde que los rollos en sánscrito de la biblioteca de Sakya fueron escritos, su contenido y aporte a la humanidad siguen vigentes. Hoy, no es menester conocer las lenguas antiguas orientales o pertenecer a un monasterio budista para alcanzar la calma y la conciencia plena, la sabiduría ancestral ha permeado en casi todas las naciones del orbe, y maestros en la materia hay por cientos. Los problemas son otros: distinguir las enseñanzas budistas genuinas de las charlatanerías, de la moda y el cliché, y eximirse de los vicios de la mente que el sistema capitalista y los poderes fácticos han puesto al alcance de todo individuo. Mantener la serenidad en medio de la tormenta de consumo y prisa, contener el impulso provocado y conservar el silencio frente al apabullante ruido de una sociedad que basa sus relaciones humanas sólo en la compra-venta, constituye la tarea que nos toca llevar a cabo en este Siglo XXI de agitación sin sentido.

 

Eduardo Pineda

ep293868@gmail.com

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