Poesía para no expertos
A lo largo de la infancia de mis hijas, Mariana y Ana Luisa, establecimos una especie de ritual antes de que se durmieran. El ritual consistía en leerles un cuento (lo que suele ser común en algunas familias), pero al término del mismo, al unísono decíamos: “¡Y ahora… leamos un poema! Día tras día fuimos leyendo diferentes poemas, uno que me quedó grabado es A Margarita Debayle, de Rubén Darío:
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.
Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.
Un quiosco de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.
Al recordar estos versos vienen a mi memoria risas, confidencias; se manifiesta la forma en que se construye una familia, o mejor dicho, cómo la poesía se integra a la vida en familia y ayuda pasar momentos imborrables.
En las clases de literatura que recibí en el CENHCH, mismas que impartía la inolvidable maestra Josefina Rossáinz, nos fueron enseñadas las Coplas a la muerte de mi padre escritas por Jorge Manrique a finales del siglo XV. Dichas coplas formaron parte también de las lecturas que compartí con mi papá: “Recuerde el alma dormida…” Así inician las coplas y concluyen de la siguiente manera:
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
olvidados,
cercado de su muger
y de sus hijos y de hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio,
el cual la ponga en el cielo
y en su gloria;
y aunque la vida murió,
nos dexó harto consuelo
su memoria.
Siglos después uno de los homenajes más sentidos a la madre se dio en torno a una mesa de cantina, y el bohemio Arturo dijo al brindar en un año nuevo, según lo escribe Guillermo Aguirre y Fierro:
¡Por mi Madre! bohemios,
por la anciana que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y deseado,
porque sueña tal vez
que mi destino me señala el camino
por el que volveré muy pronto a su lado.
Finalmente, el infaltable Jaime Sabines escribió un poema central de su obra que describe la muerte de Tía Chofi. La forma en que describe su vida y la importancia de la tía para la familia, que contrasta con su soledad, hace de ese poema una lectura obligada. Les comparto un fragmento:
Sofía virgen, desposada en un cementerio de provincia,
con una cruz pequeña sobre tu tierra,
estás bien allí, bajo los pájaros del monte,
y bajo la yerba, que te hace una cortina para mirar al mundo.
Hijas, hijos, madre, padre, tía, son familia, pero la familia más allá de sus integrantes es solidaridad, amor, ganas de seguir siempre adelante. Soportar el dolor, pero tener siempre la alegría como aliada. En este final de año, tengamos en nuestra mesa de noche algún libro de poesía y en cualquier momento digamos: “Y ahora… leamos un poema.” No corremos ningún riesgo, y en cambio podemos vivir un instante mágico: unir a la familia a través de la poesía. Vale la pena intentarlo ¿o no?
Luis Antonio Godina
Twitter: @lgodina
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