Poesía para no expertos
Al final de cada una de las pandemias históricas que ha sufrido la humanidad, se han tenido manifestaciones literarias supremas. Por ejemplo, Giovanni Boccaccio publicó en 1348 El Decamerón, justo durante la peste que asoló en esos años a Florencia. Esta obra es cumbre y ejemplo de cómo enfrentar una situación tan calamitosa como fue la peste.
En la segunda década del siglo pasado el mundo padeció lo que se conoce como la gripe española, la cual cobró millones de vidas. Resulta paradójico que al término de esa pandemia vieran la luz tres obras centrales para el mundo de la literatura y la poesía. Me refiero a: Ulises, de James Joyce, La tierra baldía, de T. S. Eliot, y Trilce de César Vallejo. Las tres fueron publicadas en 1922.
No estoy cierto de que con o sin pandemia se escribieran, pero lo que es un hecho es que antes de su aparición hubo pandemia y la gente las pudo leer justo después de superarla.
Lo que le pasó al mundo en 2020 y 2021, así como los coletazos en 2022, no ha sido algo menor. Nos encerramos. Aprendimos a vivir y a trabajar de otro modo. A amar de distinta manera. De toda esa vivencia seguramente seguirán apareciendo textos, análisis, poemas. Porque la cultura es un continuo, porque la expresión literaria o poética no se puede contener ni mucho menos detener.
Para algunos, durante los meses de encierro el ser acompañado por los libros fue hasta cierto punto un privilegio. Sumirse en la biblioteca de la mano de Irene Vallejo y El infinito en un junco, nos hizo conocer la historia de los libros. Lo dice y dice bien Vallejo: “Reunir todos los libros existentes es otra forma –simbólica, mental, pacífica– de poseer el mundo.” Y agrega: “Toda biblioteca es un viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad.”
En medio de la pandemia el poeta cubano Daviel Pedroso escribio un breve libro de poesía que denominó: Poesía dedicada al coronavirus: 19 Poemas para recordar, comparto un fragmento del poema 19:
¡Oh! Niño bandido
Qué has hecho con mi mundo
Con mi gente
Con mis amigos
Con mis familiares
Con mi vida
Vete ya de esta tierra
Desaparece
Y no regreses
Devuélveme
Mis momentos felices.
¡Oh! Niño bandido
Destructor de mi planeta
Nos has asesinado
En silencio
Pero nos has hecho más fuertes.
Seguramente pronto leeremos el resultado del encierro hecho palabras, hecho literatura. Mientras tanto, los textos de hace cien años siguen siendo nuestros fieles escuderos, podemos seguir caminando con ellos en ristre, porque, como Joyce afirma: “Para aprender hay que ser humilde. Pero la vida es la gran maestra.” Con la palabra escrita como el pivote y la aliada para toparse con la realidad y enfrentarla, estuvimos encerrados, quizá aislados, pero nunca solos. La palabra que se inventa y nos inventa; bien dice Octavio Paz: “Contra el silencio y el bullicio invento la palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día.” Con ese escudo pudimos transitar estos duros años, y con la poesía como una sombra apenas asible, como escribía León Felipe:
Deshaced ese verso,
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.
En el 2023 seguiremos como César Vallejo hace cien años:
Hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.
Donde, aun si nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.
Es ese sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.
Vamos a iniciar un nuevo ciclo. No olvidemos que quienes hemos puesto nuestros sentidos en Sibarita La Revista a lo largo de este año, tenemos nuevos compromisos y renovados votos. Hagamos a la poesía nuestra aliada, descarguemos en ella nuestras ansias y anhelos. Leamos un poema. Seguramente después seremos mejores. ¡Felices fiestas! ¡Feliz 2023!
Luis Antonio Godina
Twitter: @lgodina
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