Poesía para no expertos

Partamos de un hecho: la poesía es clave para comprender la cultura y para acercarse a ella. Ponerla al alcance de la infancia es un reto no menor. En esta época en donde las distracciones son del tamaño de un simple “clic”, pensar en llevar la poesía hacia los niños pareciera un hecho inútil. Para escribir este texto navegué varias veces por el espacio cibernético. Consulté libros de poesía para niños. Pero no encontré una mejor manera de reflejar la cercanía de la niñez con la poesía que reseñar cómo llegó a mí el gusto por ella, guiado por la mano de mi padre. 

Mi papá escribió poesía toda su vida, puedo decir que fue poeta y agente viajero al mismo tiempo. Solía guardar una vieja carpeta con sus poemas, ya con las hojas amarillentas. Desde muy temprano en mi vida recuerdo que me decía sus poemas y me leía poemas de otros poetas, principalmente mexicanos. Así, descubrí a Ramón López Velarde y a Alfonso Reyes, a Renato Leduc y a Elías Nandino, a Octavio Paz. No fue una acción obligatoria por parte de la autoridad paterna, fue, eso sí, una inducción serena, casi involuntaria pero que despertó en mi la curiosidad por la poesía.  

Por eso considero que el acercamiento de las niñas y niños a la poesía debe ser como una amable trampa. Una vez que caigan en ella, no podrán salir, y vivirán agradecidos siempre a quien se las puso en suerte.  

Más tarde en el CENHCH mis inolvidables maestras de literatura, Josefina Rossáinz e Irma Idalia Viramontes, terminaron de cincelar mi gusto por la poesía. Como ya he escrito en estas páginas, a mis hijas, Mariana y Ana Luisa, desde pequeñas, todas las noches, les leía un poema diferente a la voz de: “¡Y ahora, leamos un poema!”. Fue muy gratificante hacerlo por años. Así encontré la manera de sembrar la poesía en su corazón. Después de todo, los padres no somos más que sembradores de ilusiones en nuestra hijas e hijos; la poesía también es un conjunto de ilusiones que van –diría León Felipe- de corazón en corazón. 

De esos tiempos creo que hay letras de canciones que son verdaderos poemas, como ejemplo cito a Francisco Gabilondo Soler “Cri – Cri”, quien en “La muñeca fea” escribe: 

 

Te quieren la escoba y el recogedor 

Te quiere el plumero y el sacudidor 

Te quieren la araña y el viejo veliz 

También yo te quiero y te quiero feliz 

Muñequita, le dijo el ratón, 

Ya no llores, tontita, no tienes razón 

Tus amigos no son los del mundo 

Porque te olvidaron en este rincón 

Nosotros no somos así 

 

Pero no puedo terminar este texto sin recordar a Rubén Darío:  

Margarita, te voy a contar  

un cuento. 

Éste era un rey que tenía  

un palacio de diamantes,  

una tienda hecha del día  

y un rebaño de elefantes.  

Un kiosko de malaquita,  

un gran manto de tisú,  

y una gentil princesita,  

tan bonita,  

Margarita,  

tan bonita como tú. 

 

Estos versos hacen amar la poesía, amar la poesía es amarse a uno mismo, amar al prójimo. Amar las letras que juntas escriben la historia de nuestra vida, que, si tiene como compañera a la poesía, será mucho más plena. 

 

 

Luis Antonio Godina Herrera 

Twitter: lgodina

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