Poesía para no expertos

Luis Antonio Godina Herrera 

 

En los tiempos que corren analizar sin barreras el humanismo es por demás relevante. Cuando en el medio oriente o Ucrania la humanidad muestra lo peor de sí, al buscar exterminar a su semejante; cuando por una u otra razón las balas, los misiles, las bombas, los drones surcan los aires y caen en una casa, una escuela, un hospital, un festival de música; cuando nadie puede detener la barbarie; cuando 10 mil años de evolución no han sido suficientes para desmentir el postulado popularizado por Thomas Hobbes: “el hombre es lobo del hombre”, es una obligación que en los espacios de que se disponga se abra paso a la reflexión, la crítica y por supuesto a ejercer el derecho de refugiarnos en la poesía para soportar los tiempos violentos que se viven en México y en el mundo. 

Cada persona que muere a causa de la violencia es un baldón para la humanidad, cada bala que da en el blanco es una pena para nuestra especie. Independientemente de razones históricas, económicas, religiosas o políticas, como humanidad no podemos, no debemos percibir la violencia como algo inevitable.  

La poesía abona a ese propósito. En los años de la segunda posguerra, en plena guerra de Corea, quien fuera dos veces secretario de educación pública, secretario de relaciones exteriores del gobierno de México y director general de la UNESCO, Jaime Torres Bodet, escribió un poema que escuché desde la preparatoria en diversos concursos de declamación, me refiero a Civilización; en él, el poeta define de manera extraordinaria al humanismo, el hombre que siente lo que vive otro hombre, la humanidad en vilo. Al inicio del poema señala:  

 

Un hombre muere en mí siempre que un hombre 

muere en cualquier lugar, asesinado 

por el miedo y la prisa de otros hombres. 

 

En los versos finales impone un reto a la humanidad entera. No hay humanismo cuando la muerte y la violencia campean y una mano armada ciega la vida del otro: 

 

Porque de nuevo todo es puesto en duda, 

todo se interroga de nuevo 

y deja mil preguntas sin respuesta 

en la hora en que el hombre 

penetra a mano armada 

en la vida indefensa de otros hombres. 

Súbitamente arteras, 

las raíces del ser nos estrangulan. 

Y nada está seguro de sí mismo 

ni en la semilla el germen, 

ni en la aurora la alondra, 

ni en la roca el diamante, 

ni en la compacta oscuridad la estrella, 

¡cuando hay hombres que amasan 

el pan de su victoria 

con el polvo sangriento de otros hombres! 

 

Octavio Paz describe al hombre en su perfecta dimensión en un breve poema: 

 

Soy hombre: duro poco 

y es enorme la noche.  

Pero miro hacia arriba: 

las estrellas escriben. 

Sin entender comprendo:  

también soy escritura 

y en este mismo instante  

alguien me deletrea. 

 

El humanismo y la poesía se entrelazan de manera significativa. La poesía rechaza o denuncia, el humanismo propone valores, la realidad a veces niega a ambos. En tiempos oscuros, en tiempos nublados, queda la poesía como puerta de entrada, nunca como puerta de escape. 

 

 

 

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